Montevideo, 5 de octubre de 2003.
Una bonita noche primaveral…
No recuerdo cuando conocí a Leia. Creo que la
conozco desde siempre. Aunque según nuestras familias, somos vecinas desde que
Leia tenía 3 años y yo 5.
Ah yo… me llamo Pablo. Pero prefiero hablar (o
escribir) de Leia. Qué nombre, no?
Bueno, Leia vive frente a mi casa desde hace
24 años. Cada día está más linda. Es rubia (teñida) de pelo largo y lacio.
Petisa: 1.58 cm. (10 menos que yo). Siempre anda con un libro bajo el brazo,
tiene lentes, come con la boca cerrada, siempre me dice: “No, Pablo.” Cuando se enoja mira para abajo, se entrompa
y no dice una palabra. Cinco minutos después se va y te deja hablando solo. Ya
perdí la cuenta de la cantidad de veces que me ha hecho eso. Cuando está sentada
al sol se recoge el pelo y mira para arriba, pero eso es rara vez.
Leia es más que blanca, es pálida. Le gusta
vestirse de negro y muchas veces usa pollera (algo raro en las mujeres de hoy).
Cuando te quiere contar algo, te pregunta como te sentís, para que uno le
cuente en 5 minutos su día, y ella te viene con una perorata de 3 horas. Pero
igual no me quejo, porque me gusta todo de ella. Me encanta cuando llora,
porque la puedo abrazar, acariciarle el pelo y besarle en la cara muchas veces.
Me encanta cuando se ríe, porque todo alrededor parece lindo. Me gusta cuando
me manda un mail, porque sus palabras son muy graciosas. Me gusta cuando camina
porque parece que es parte de un sueño. Y me encanta cuando me mira con esos
ojazos celestes.
Por la mañana, a eso de las 8, me vine de la
casa de ella. Ahora son las 3 de la tarde, más o menos.
Hoy tuve sexo con Leia, por primera y única
vez en la vida. Hoy fue el mejor día de mi vida. Hoy no terminó, pero este 5 de
octubre lo voy a recordar por siempre. Hoy mi sueño se hizo realidad. Hoy…
Esto no lo sabe nadie más que Leia y yo, y
quién lea esto que estoy escribiendo. Aunque, no sé si algún día lo leerá
alguien.
Todo comenzó hoy, tipo la 1 y media de la
mañana. Yo venía de la casa del Juanca y me encontré con Leia sentada en la
esquina de su casa, toda vestida de negro. La vi y me detuve. A Leia le gusta
vestirse de negro desde chica. Y todo fue un segundo, un instante, un flash.
Leia era mi amiga, mi amuleto, mi pañuelo, mi miedo, mi depresión… mi amor
imposible.
“Siempre volvemos a lo mismo. El amor no
existe. Debería poder existir… pero no existe.” Se repetía Jean Baudrillard en
mi cabeza una y otra vez. Mi mirada se perdió en la inmensidad de la noche. Mi
mente estaba en blanco. Unos ojos celestes se ponen frente a mí y me miran
fijamente… era Leia.
- Qué
hacés?
- Qué?
El qué?
- Qué
hacés parado como un boludo? Son como la 1 y media.
- Ah!
Eeeeeeh… Leia hola.
- “Houston,
tenemos un problema.”
- Muy
graciosa. Qué hacés Leia.
- Nada.
Vengo de la casa de mi abuela. Vos?
- Yo?
- Sí.
Quién más?
- Vengo
de lo del Juanca.
- Ah!
Tá bien. Te sentís bien?
- Sí,
me quedé pensando en vos.
- Ay,
qué dulce!
- Te
vi sentada en la vereda y me acordé de cuando eras chica.
- Vos
también.
- Sí.
pero yo tengo 2 años más.
- Ja!
Ja! No lo sabía. Ja! Ja!
- Está
linda la noche.
- Ahí
va. Qué te pasa?
- Nada.
A vos?
- Nada.
Linda noche, no?
- Sí,
linda noche.
- Vamos
al jardín?
- Como
siempre.
- Sí,
como siempre.
“El Jardín de Leia” le puso la mamá de Leia,
al jardincito que había en la ventana de su cuarto. Un pequeño jardín que Leia
siempre cuidaba y agregaba algo.
Era nuestro lugar preferido desde la niñez.
- Leia.
- Qué?
- Si
tuvieras que elegir un momento de nuestras vidas. Cuál elegirías?
- Cuando
te pusiste celoso, te fuiste, dejaste la puerta abierta y yo la cerré de un
portazo.
- Yo
no me puse celoso.
- Sí,
cada vez que yo me arreglaba con algún chico, vos te enojabas.
- Mentira,
por mí arreglate con quien se te antoje.
- Sí,
soy libre. Pero vos te pones celoso.
- Yo
celoso? Tas loca Leia?
- Soy
loca, pero no boluda. Hace años que sé que te morís por mí.
- Mentira Leia, tas loca.
- Mirá
pablo. Hoy me arreglé con un chico.
- Y
a mí qué, idiota?
- Es
mentira Pablo. No me arreglé con nadie. Pero, viste como te ponés celoso y te
enojás?
- A
qué estás jugando Leia?
- Y
vos?
- Mirá,
yo no quiero nada contigo. Ok? Vos sos mi amiga.
- Sí,
y vos estás enamorado de mí.
- No
Leia.
- Sí
Pablo. Y yo creo que también, aunque no sé. Lo único que sé, es que siempre
creí quererte como un amigo. Pero ahora sé que te quiero, y no sé como qué.
Sólo sé que te quiero.
- Leia,
mirá…
- Dejame
hablar. Hace poco más de un mes, cuando me peleé con Miguel pensé: Por qué
siempre me va mal con los hombres? Entonces pensé en vos. Hace años que sé que
te morís conmigo. Así que, porque no me fijaba en vos? Porque siempre fuimos
amigos. Pero ahora sé que te quiero y que fui una boluda al no fijarme en ti
antes. Pero, tenía (y tengo) miedo de que nos vaya mal y el día de mañana, no
seamos amigos ni nada. Ese es mi gran miedo. Pero, tengo otro miedo, o quizás
sea el mismo miedo: Tengo miedo de enamorarme de vos.
- Puedo
hablar?
- Sí,
dale.
- No
creo en el amor, creo en el acostumbramiento. Pero, de cualquier manera, me he
acostumbrado a vos demasiado. Pero, yo no quiero nada contigo.
- Mentira!
- Dejame
hablar… yo no quiero nada contigo, y tengo mis razones. Vos sos muy linda, y no
te voy a negar que te veo y me siento raro. Pero, ya me acostumbré a mirarte
callado, a mirar tus fotografías en mi mail, y a verte de la mano de no sé qué
idiota.
- Viste
como te ponés celoso.
- Mierda!
Dejame hablar… yo te quiero, pero no quiero nada contigo.
- Mentira!
Te morís por mí., y yo me muero por vos. O al menos eso creo.
- Leia.
No me veas como una esperanza, para después hundirnos juntos. Yo no quiero
lastimarme ni lastimarte. Yo no quiero…
Leia me
besó…
Mis labios quedaron inmóviles. Ella dejó su
boca sobre la mía unos segundos. No sé cuantos, pero pensé en muchas cosas en
esos segundos. Las imágenes de Leia se sucedían una tras otra, como si fueran
gotas de lluvia… eran gotas de lluvia. Había comenzado a lloviznar justo cuando
Leia me besó. La gran siete!
- Sabés
porque me llamo Leia?
- Sí,
porque tu padre falleció cuando tu mamá estaba embarazada. Y ella en homenaje a
él que le encantaba leer, formó un anagrama con las palabras él leía y/o solo
leía. Pero le quitó el tilde y te puso Leia. No hay otra Leia en el mundo.
- Lo
sé. pero, cómo lo sabías?
- No
sé, lo sé, simplemente lo sé. Te conozco de toda la vida, lo sé…
- Ah!
Te gustó el beso?
- Ah!
Sí. No sé… sí, fue lindo.
- Ah!
- Sí,
bueno. Creo que deberíamos hablar más, no?
- Sí.
Su mano derecha se posó sobre mi mano
izquierda. Se detuvo la llovizna (menos mal) respiré hondo. No moví mi mano.
Los ojos de Leia estaban mirándome. No lo podía creer. Lo que soñé toda mi
vida, se cristalizaba justo en ese momento. Leia estaba más linda que nunca.
Quedamos en silencio.
La besé… y fue un alivio más que nada. Pero,
fue un alivio tan lindo. Siempre me gustaron las mujeres que usan lentes. Nos
besamos y yo no quería despertarme de ese sueño. Ahora eran 4 manos, las que
estaban agarradas. Todo era perfecto y nada parecía realidad. Nunca el jardín
de Leia me había parecido tan bonito.
- Mira
Pablo. Hace varios días que estaba pensando en decirte esto, pero no me
animaba. No sé porque lo hice hoy. Hay momentos en la vida, que si uno no los
vive, mañana podrán ser muy tarde. Los instantes vienen y se van, y cuando
miramos para atrás, te das cuenta que pasaron muchos años. Prefiero tener una
historia contigo y arrepentirme, a no tenerla y arrepentirme igual…
- Leia,
no hables. Está todo bien. Escuchá el viento suave, cerrá los ojos y pensá… qué
imagen ves?
- Cuando
te pusiste celoso, te fuiste, dejaste la puerta abierta y yo la cerré de un
portazo.
- Ja!
Qué linda la nena.
- Ay
Pablo. Es una broma. Pero es verdad que nunca me olvidé de ese día.
- Se
nota.
- Mirá,
un día pasará el tiempo Pablo, y vamos a recordar este día, como algo especial.
Cuántas noches viviste en tu vida?
- No
sé, muchas.
- Ah,
yo te aseguro que esta noche la vas a recordar por el resto de tu vida…
Leia me besó otra vez y el mundo se detuvo
nuevamente. A esta altura la llovizna venía y se iba. Pero yo no sabía si
estaba lloviznando o no. En ese momento cada vez nos poníamos más cariñosos, los besos eran
uno tras otro, como… no voy a decir como gotas de lluvia, eran como besos.
Claro, los besos de Leia eran como nada en el mundo… era Leia.
De repente y no sé cómo, nos fuimos
desnudando. Yo no sé si hacía frío o no. poco me importaba el clima en ese
momento.
El jardín de Leia movía sus ramas, sus hojas,
sus flores en la tibia noche primaveral (pongamos que era tibia).
En ese instante, no sé ni que dije, aparte de
“Te quiero” como 1.500 veces.
Pero, no voy a contar más. Las cosas que sucedieron
esa noche en el jardín de Leia, van a quedar entre Leia y yo, por el resto de
nuestra vida (y no “nuestras vidas”).
Los mejores momentos son los inesperados y yo
me prometo a mí mismo, no contar a nadie, más de lo que he escrito en estos
papeles.
Lo único que espero es que esta noche que
pasó, me una a Leia y no me separe. Espero que esta noche nos ayude a
consolidar una amistad, y no a destruirla.
Nada más…
Leia: Siempre serás el amor de mi vida y nunca
voy a olvidar tus ojos en la oscuridad de una noche… inolvidable.
Me llamo Leia. Soy montevideana y tengo 32
años.
Hoy hace 5 años que viví una noche especial
con mi amigo Pablo. Una noche que no olvidaré jamás, ya que fue única e
indeleble.
A Pablo lo conozco desde chica, pero, hace 5
años ocurrió algo extraño, que hasta el día de hoy, no sé ni quiero explicar.
Ocasionalmente, recuerdo esa noche y sonrío. La cara de Pablo era un poema. No
podía creer lo que yo le estaba diciendo, pero sin duda le gustaban mucho mis
palabras, que surgían, no sé muy bien como.
Lo mejor de todo, fue que nada estaba
planeado. Simplemente, fue el momento exacto, para decirle a Pablo lo que venía
pensando desde algunos días atrás especialmente. Pero, que en realidad lo había
pensado toda mi vida. Desde que era chica que me gustaba Pablo, aunque siempre
lo vi como un amigo. Pero, ahora después de 5 años no sé como lo veo. Sólo sé
que agradezco a la vida por haberlo conocido.
Bien, ahora voy a recordar ese día, y a
transcribir esos sentimientos en un
papel. Para que en el tiempo perdure alguna palabra de ese secreto que
nos unió para siempre.
Montevideo, 5 de octubre de 2003.
Una bonita noche primaveral…
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