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2021. LA MUÑECA DE MICHELA

 


El 15 de junio de 2021, cuando se cumplían 67 años de la muerte de mi abuelo Rufino Fabra, amanecí con una noticia tan inesperada como triste: mi amiga Michela Marins había fallecido de un infarto en la ciudad de Maldonado a los 47 años.

Ese día lo pasé realmente mal, tratando de buscar explicación, a lo inexplicable: la muerte de un ser querido.

Al otro día todo surgió naturalmente: tenía que escribir algo como homenaje a Michela. Después de unos 20 años sin verla, no podía apelar a mis recuerdos, sino que la historia tendría que ser una ficción. La idea vino sola: crear la historia de Michela  y una muñeca que le regalaban el día que nació hasta sus 15 años en 1989, que fue cuando nos conocimos. El título salió intuitivamente: La muñeca de Michela.

En un primer momento los personajes iban a ser mis familiares, como una forma de crear una conexión sanguínea entre Michela y yo; que en la historia no fuéramos amigos, sino que fuéramos de la misma familia.

Pero esa idea inicial fue modificada y descartada, con el transcurrir de los días. Si bien el cuento sería un homenaje a Michela, también incluiría a mis amistades que ya murieron, y que de cierta forma volvieran a interactuar como personajes anacrónicos en una historia que creaba en mis pensamientos a cada instante. Sí, sería un homenaje a Michela, pero también sería un homenaje a Luisa, Eloísa, Alexis, Gastón, Renzo, Javier, Pepe, Miguel y mi prima Ana Karen.

El relato transcurre en Montevideo entre 1974 y 1989, aunque el final es en Melo, Cerro Largo. La mayoría de las personas/personajes que figuran acá realmente eran niños en la década del 70 del siglo XX, sin embargo en esta historia son personas mayores, con vidas que no fueron sus vidas reales, con relaciones entre ellos, siendo que en realidad ni siquiera se conocieron y creando personajes de sus personas, que actúan en mi cerebro, como si fuera una película que imagino nítidamente. Los demás personajes fueron creados por necesidad de la historia en sí misma y no están basados en ninguna persona que conozco; son completamente ficticios.

Esa es la venganza de la literatura: poder crear un mundo a nuestro antojo.

Esta es mi mente, creando una historia en la cual, la muerte está muerta y vuelven a mi vida, aquellas personas que ya fallecieron, pero de las cuales aprendí tanto, quiero inmensamente, nunca olvidaré y me forjaron a ser el hombre que soy hoy en día: Michela Marins, Luisa Rodríguez, Eloísa Camejo, Alexis Villanueva, Gastón Lemo, Renzo Queirolo, Javier Eiris, Pepe Rivera, Miguel Omezzolli y mi prima Ana Karen Olivera Fabra. A ustedes está dedicada esta historia: La muñeca de Michela.

 

Neptunia, Canelones, Uruguay.

Lunes 12 de julio de 2021.



1974. AMANECER

1977. EL PORQUÉ DE UN NOMBRE

1980. LA MAR ESTABA SERENA

1980. MUÑEQUITIS AGUDA

1981. UNA ARMONÍA INFINITA

1984. MEDIODÍA EN LA PLAYA

1986. NUEVA ETAPA

1988. SÓLO HAY QUE SEGUIR INTENTANDO

1989. CERRO LARGO

1989.  MELODÍA DE ARRABAL



1974. AMANECER

 

Montevideo, Uruguay. Lunes 28 de enero de 1974. Un hermoso y sofocante día de verano de 34º.

Esteban tenía 22 años y trabajaba de chofer de la línea 411 en la empresa de ómnibus COME. Pero todavía no se había independizado. Vivía en el altillo de su madre y padrastro, donde convivía con su esposa Nancy.

La casa se ubicaba en Gonzalo Ramírez 2027 entre Juan Manuel Blanes y Pablo de María en el barrio Parque Rodó; a unos 400 metros al norte de la rambla de playa Ramírez.

Se hacía imperante cortar el cordón umbilical con su madre y mudarse a un apartamento, aún más ahora que su esposa estaba por dar a luz a su hijo. Suponiendo que sea hijo, porque en la ecografía el bebé tenía las piernitas muy juntas y no se distinguía el sexo.

Para colmo, ese día sería padre por primera vez… pero él no lo sabía aún.

Cuando llega a su casa y la encuentra vacía. Se da cuenta que su esposa iba a dar a luz ese día a su hijo y él no estaba allí. Era el peor esposo, padre e hijo del mundo.

El hospital Pedro Visca quedaba a pocas cuadras, así que a correr.

Esteban llega corriendo a la recepción. Dos secretarias vestidas impolutamente de blanco, estaban bajo el cartel de INFORMES. Esteban llega corriendo, agitado, nervioso.

-        Hola, mi esposa, mi hijo, yo… estoy acá.

-        Sí señor, ya vemos que usted está acá. Usted nombró a su esposa e hijo.

-        Sí, mi esposa está acá dando a luz a mi hijo. Tiene que estar acá. No sé…

-        Mire joven. Cálmese y siéntese en ese sillón. En 5 minutos yo le averiguo si su esposa está acá. Ya le aviso. Cálmese y quédese tranquilo. Dígame el nombre de su esposa.

-        Nancy López.

-        Ya vengo. ¿Ve esa señora morocha? Se llama Gladys. Yo soy Virginia. Pídale un café de mi parte. Ya vengo…

Esos minutos fueron eternos para Esteban. Le pidió un café a Gladys y se sentó a tomarlo, mirando al suelo. De repente escucha una voz.

-        Señor.

-        Sí.

-        ¿Cómo es su nombre?

-        Esteban.

-        Bien, Esteban. Su esposa está internada aquí desde hace una hora. Estamos esperando que su hijo tenga ganas de venir al mundo. Así que por ahora no puede verla. Sí puede esperar aquí todo el tiempo que sea necesario.

-        Gracias.

-        De nada. Yo no bien tenga noticias, le aviso.

Esteban no daba más de los nervios. Caminaba en círculos, se sentaba, se paraba de nuevo y volvía a sentarse. Los pensamientos no descansaban y hablaba solo: “¿Qué le digo a Nancy? `No bien llegué a casa y no te vi, vine corriendo.¨ Claro, es verdad.  ¿Y mi hijo, cómo será? Todos los bebés son iguales.  Ya sé, le digo que es igualito a ella y la dejo contenta. Esa es buena. ¿Y si no es parecido a Nancy? No sé… ¿le gustará el fútbol cuándo sea grande? No le puedo decir hasta dentro de un tiempo que se llamará Fernando, por Fernando Morena. Nancy me mata. ¿Cuando Fernandito sea grande estaremos en democracia entonces? Espero que sí. ¿Le gustará estudiar o no? A los jóvenes no les gusta estudiar. Voy a tener discusiones con él por eso. Lo voy a cagar a patadas para que estudie… No puedo pensar en pegarle a mi hijo antes de que nazca, ¿qué tipo de padre soy? Le tengo que dar amor. Al final y al cabo mi hijo va a a ser quién me cuide en el geriátrico, cuando yo sea viejo. Ni siquiera soy viejo, ¿qué estoy pensando? No sé ni que pienso… Yo tengo que ser amigo de mi hijo. Claro un padre canchero y moderno. ¿Y si es una nena? No, desde que Nancy quedó embarazada, tengo el presentimiento que es varón. Después que nazca este nene, podemos pensar en la hermanita; ahora no.”

-        Esteban, felicitaciones, usted es papá de una hermosa nena.

-        ¿Nena?

-        Sí, una preciosa nena. Parece sorprendido…

-        Sí, no, no sé…

-        En unos minutos podrá ver a su esposa e hija.

Esteban quedó mudo: “¿Una nena? ¿Y qué le digo? Lo importante es que sea sanita. No puedo decirle eso. Soy una bestia. Ya sé, le digo que es igualita a ella. No. Le digo… ¿Qué le digo? Ya sé, le digo que es igualita a la mamá de Nancy. Quedo bien con Nancy, con su mamá y con mi hija… Va a sonar falso… Soy padre y no sé qué decirle… Soy un desastre.”

-        Esteban, acompáñeme por aquí, por favor.

-        Sí, voy. Ya voy… Me tiemblan las piernas.

-        Cálmese Esteban. Venga, por favor.

Después de ir por unos pasillos y doblar un par de veces cono en un laberinto, llegaron a una pieza. Virginia estira su mano zurda, haciéndole un ademán para que Esteban entre a la pieza. Él entra tímidamente.

Cuando ve a su hija queda sorprendido, estupefacto, enamorado.

-        No puedo creer, es hermosa. Se parece a mí, ¿no? Es divina. Tan chiquita. Esas manitos. Hola amor, soy tu papá. Hola linda.

-        Esteban.

-        Hola Nancy,  mi amor. Gracias por esta belleza. Es tan linda. Es igualita a mí.

-        Esteban.

-        Hola, hola. Qué hermosa mi bebé. Hola Fernandita.

-        ¿Fernandita, de dónde sacaste eso?

-        Perdón Nancy. Sí, mi amor. ¿No se iba a llamar Fernando? Es nena y se va a llamar Fernanda, ¿no?

-        No, se va a llamar Michela, como mi abuela materna.

-        ¿Michela? Es raro…

-        ¿Y qué? A mí me gusta, es mi hija y es el nombre de mi abuela, ¿ta?

-        Sí amor. Está bien. Claro, está bien. Cómo vos quieras, amor. Está bien. Me gusta Michela, suena lindo.

-        Mejor así. Abri mi bolso y alcanzame a la hermana de Michela.

-        ¿La hermana?

Esteban abre el bolso y encuentra una muñeca rubia, vestida de rosado.

-        ¿Esta muñeca es la hermana?

-        Sí, se la regaló mi mamá, ¿algún problema?

-        No, es muy linda la muñeca. Es más grande que ella.

-        Sí, pero Michela va a crecer y va a poder decir que su abuela le regaló una muñeca, el día que nació.

-        Sí, claro. Está bien, amor.

-        Bien…

-        ¿Y tu amiga ya está por dar a luz también, ¿no?

-        ¿Eloísa?

-        Sí, Eloisa.

-        No, le faltan como 3 meses, para que nazca Ana Karen.

-        ¿Y cómo sabe que va a ser una nena?

-        Porque las mujeres tenemos un sexto sentido. Ya ves, yo te dije que iba a dar a luz una nena y vos decías un nene. ¿Y qué pasó? Nena.

-        Ella ya tiene un hijo, ¿no?

-        Sí, Alexis. Tiene 10 años. Es un chiquilín muy educado y estudioso.

-        Está bien.

-        ¿Viste el apartamento que alquilan en la esquina de casa, por Pablo de María?

-        Sí.

-        Bueno, Eloísa está buscando donde alquilar y le dije que se fijara en ese apartamento. Así seríamos vecinas.

-        Está bien. Eloísa es buena gente. ¿Y su marido, qué tal?

-        Mario es piola, pero está todo el día trabajando. Es escribano.



1977. EL PORQUÉ DE UN NOMBRE

Michela ya tenía 3 años, al igual que Ana Karen, la hija de Eloísa. Ambas madres volvían del almacén con las nenas en los brazos.

-        Bueno Nancy, voy a hacerle la comida a los nenes. Después nos vemos.

-        Todo bien. A ver Michy, decile chau a tu amiga.

-        Chau Ana Kaden (dice Michela)

-        Chau Michy (dice Ana Karen)

Nancy llega a su casa y sienta a Michela en un sillón, que inmediatamente agarra a su muñeca y le alisa el pelo con las manos.

-        Mamá, la muñeca tiene hambe.

-        No Michy. La muñeca no tiene hambre.

-        Sí, tiene hambe.

-        ¿Vos tenés hambre?

-        No, yo no. La muñeca…

-        En un ratito comemos y come la muñeca también.

-        Sí.

-        Ya estás grande Michy y la muñeca también. Tendríamos que buscarle un nombre, ¿no?

-        Sí.

-        ¿Qué nombre te gusta para la muñeca?

-        Muñeca.

-        No, Muñeca no se puede llamar. Ya le decimos “Muñeca”. Tenemos que buscarle un nombre. Pensá en un nombre para la muñeca.

-        Michela.

-        No amor, la muñeca no se puede llamar como vos Otro nombre tiene que ser.

-        Ana Kaden.

-        No, Ana Karen no. No se puede llamar como tu amiga. Tiene que ser un nombre lindo para tu muñeca.

Michela mira a la muñeca, pone cara de pensativa y exclama: “Magó”

-        Mago. No se puede llamar Mago. No es un nombre para una muñeca.

-        Sí Magó.

-        ¿Y de dónde sacaste ese nombre?

-        La canción de tío Enzo.

-        El tío Renzo canta muchas canciones, todo el día.

-        Sí, Magó.

-        Agarrá la muñeca que vamos a visitar al tío Renzo.

Nancy agarra a Michela en sus brazos y camina hasta la casa de Renzo por Lauro Müller, atrás del hospital Pedro Visca.

Renzo era un abogado amigo del papá de Nancy. Michela le decía “Tío Enzo”, pero Renzo no era su familiar, aunque a él le encantaba que la niña lo llamara así. Nancy toca el timbre.

-        Hola Renzo, te traigo a tu sobrina postiza, porque le estamos buscando un nombre a la muñeca y ella dice que se llama Mago, como la canción del tío Renzo.

-        Yo no sé Nancy. Una canción del Mago.

-        No, Magó. (Dice Michela enojada, al borde de las lágrimas)

-        A ver amor, decile al tío Renzo el nombre de la muñeca.

-        Magó.

-        No entiendo, ¿será la canción de La pulpera de Santa Lucía, que es rubia como la muñeca?

-        No, Lucía no. Magó, la dubia Magó.

-        Claro, ¿cómo no me di cuenta antes? La rubia Margot.

-        Siiii.

-        Pero que inteligente Michelita. Claro, la muñeca es rubia. Es la rubia Margot.

-        Siiii.

-        A ver Nancy, prendé el tocadisco y buscá un disco de Gardel. Está entre los primeros. Fijate en la canción “Melodía de arrabal”, que yo voy a bailar con Michelita y Margot.

Nancy busca el disco, mientras Renzo ya estaba saltando con Michela en los brazos; ella saltaba agitando los brazos y en su manito derecha sostenía a Margot tarareando: “La dubia Magó”

 

“Barrio plateado por la luna.

Rumores de milonga

es toda su fortuna.

Hay un fueye que rezonga

en la cortada mistonga.

Mientras que una pebeta

linda como una flor

espera coqueta

bajo la quieta luz de un farol.”

 

El estribillo Renzo no lo pudo cantar por los gritos de Michela: “La dubia Magó”, repetía una y otra vez…

Renzo sigue…

 

“Cuna de taitas y cantores

de broncas y entreveros

de todos mis amores.

En tus muros con mi acero

yo grabé nombres que quiero:

Rosa, la Milonguita

era rubia Margot…”

 

Otra vez Michela lo interrumpe a los gritos: “La dubia Magó, la dubia Magó, la dubia Magó…”

Renzo no canta más; solamente baila y salta con Michela en los brazos. Mientras Nancy se reía a carcajadas.



1980. LA MAR ESTABA SERENA

Era el primer día de escuela y los nervios eran muchos. Más aún de Nancy y Eloisa, que de Michela y Ana Karen.

-        Michy, hoy es un día muy importante para vos. Vas a comenzar la escuela y vas a aprender muchas cosas lindas y vas a tener muchos compañeritos. ¿Estás contenta?

-        No.

-        ¿Por qué no?

-        Porque Margot no puede ir conmigo a la escuela.

-        Michy, ya hablamos de eso. No podés ir con la muñeca a la escuela.

-        Margot.

-        Sí, ya sé amor, Margot. Pero, no podés llevar a Margot a la escuela

-        ¿Por qué?

-        A ver Michelita…es un rato. Después que vuelvas de la escuela, vas a poder jugar con Margot.

En ese momento se oye la voz de Eloísa que venía con Ana Karen en los brazos.

-        ¿En qué andás Nancy?

-        Yo luchando con Michy, porque quiere ir con la muñe… con Margot a la escuela.

-        Ni me digas; yo igual con Ana Karen y Tití.

-        Yo no recuerdo que de chica fuera así con mi muñeca.

-        Habría que preguntarle a tu madre.

-        Y yo a la tuya.

Las amigas se ríen y las niñas comienzan a llorar y gritar. Eloísa pone orden.

-        Bueno, si dejan de llorar les compro un Ricardito a cada una. Pero solamente si dejan de llorar.

-        Sí. (dicen las niñas al unísono)

-        Y nada de llorar en la escuela tampoco. Si no, no hay más Ricardito, nunca más.

-        Eloísa, vamos un ratito antes a la escuela, así presentamos a las niñas con la maestra: se llama Luisa.

-        Claro, vamos 12:30, así la agarramos media hora antes, con tiempo.

-        Vamos a sacar fotos. Me compré un rollo de 12 fotos con unas monedas que encontré en la cocina. Así que tenemos unas cuantas fotos para sacar.

Todo se vuelve una locura. Las madres acomodando a las niñas para las fotos, acomodándose ellas frente al espejo, arreglándose el pelo con las manos. Buscando la cámara de fotos, buscando el rollo. Finalmente empezaron a sacarse las fotos en el patio de la casa. Hasta que llegó el turno de sacarse la foto Michela…

-        A ver amor, ¿por qué esa cara de que tenés que tomar sopa?

-        Porque yo me quiero sacar una foto con Margot.

-        A ver, dejame ver… me quedan 5 fotos. Bueno, una foto con Margot y otra solita vos.

-        Síííí.

Michela sale corriendo y vuelve agarrando a la muñeca de una pierna.

-        Ahora sí… Eloísa, arreglale la moña, por favor. Esta foto va a quedar para la posteridad.

-        ¿Poste qué?

-        Posteridad Michy. Por mucho tiempo. Cuando seas grande, vas a poder mostrar esta foto de tu primer día de escuela, con 6 años. Es hermoso… Vos sonreí…

La idea era llegar a las 12.30 a la escuela para hablar con la maestra Luisa, pero los nervios eran muchos. Las niñas estaban vestidas de túnica y moña a las 12. Finalmente llegan a la escuela 12:15 y piden para hablar con la maestra de las niñas. Luisa aparece sonriente con unas fichas en sus manos.

-        Buen día, soy la maestra de las niñas: Luisa.

-        Yo soy Nancy, ella es mi amiga Eloísa, su hija Ana Karen y mi hija Michela.

-        Encantada. A ver señoritas si las ubico en las fichas, déjenme ver… Michela acá está… y Ana.

-        Ana Karen (dicen las dos niñas juntas)

-        Bien, Ana Karen. Ana Karen y Michela; Michela y Ana Karen.

-        Síiii.

-        Bueno, acá van a aprender muchas cosas lindas y van a tener muchos compañeritos. Vamos a ser buenas amigas. Así que repartan besos y despídanse por un rato de sus mamás. ¿Me ayudan a cantar una canción?

-        Síiii.

-        Maestra… Luisa… (interrumpe Eloísa) Son 12:20. Faltan 40 minutos para que comience la clase.

-        No pasa nada, querida. Mientras tanto, voy conociendo a mis alumnas. Será un placer. No se olviden de venir a las 5. Así que señoritas, agárrenme cada una de la mano que les voy a mostrar el salón de clases, que es muy grande y lindo. Y les voy a enseñar una canción que se llama: La mar estaba serena.



1980. MUÑEQUITIS AGUDA

Era el quinto día de escuela, viernes. Eloísa y Nancy vuelven de la escuela con las niñas.

-        Eloísa, vamos un rato para casa y tomamos unos mates.

-        No sé comadre. Alexis está solo en casa.

-        Alexis ya es grande. También con 15 años…

-        16.

-        Bueno, más a mi favor. Además, si querés pasás por tu casa, le avisás a Alexis y andá con él. Si el chiquilín es retranquilo y seguramente está leyendo algún libro.

-        Sí, seguramente… Bueno, en 15 paso por tu casa.

Nancy llega a la casa, le quita la túnica a Michela y se pone a preparar el mate. Michela sale corriendo a su cuarto a abrazar a Margot.

Al cabo de unos minutos, llega Eloísa con Alexis y Ana Karen.

-        Nancy, ¿te enteraste de Jenny, la hija del almacenero?

-        No, ¿qué?

-        Tiene hepatitis.

-        Ay no. Jenny es compañera de clases de las nenas.

-        Sí, ya sé. Por eso te digo.

-        ¿Cuándo te enteraste?

-        Hoy. ¿No viste que hoy Jenny no fue a la escuela?

-        No sé, ni cuenta me di…

-        Mamá, tengo hepatitis, Me duele la panza. (grita Michela desde su cuarto)

-        Dejate de andar escuchando las conversaciones de los mayores. Y vos no tenés hepatitis nada. Ni sabés qué es…

-        Sí, Jenny me contagió.

-        Jenny no fue hoy a la escuela.

-        Ayer sí y estuvimos jugando juntas.

-        Bueno ta. Si tenés hepatitis, voy a llamar al doctor para que te dé unas inyecciones.

Michela se quedó callada. Con 6 años ya sabía donde le apretaba el zapato. Y que el doctor le diera inyecciones, no estaba en las opciones. Mejor callarse…

Mientras tanto en la cocina, Nancy y Eloísa seguían hablando y tomando mate. Alexis estaba en un sillón, leyendo un libro. Nancy lo mira y piensa. Le habla…

-        Alexis, ¿qué estás leyendo?

-        20.000 leguas de viaje submarino de Julio Verne.

-        Ah, yo vi la película en el cine.

-        Sí, ya sé. La viste conmigo y mamá. Por eso ahora estoy leyendo el libro.

-        ¿Sí? Es verdad... Hace como 5 años.

-        Más de 6… La pesadilla no existía.

-        Dejá de decir las estupideces esas de tu hermana, porque te voy a reventar la cabeza. (se enfurece Eloísa)

-        Sí, claro. Por lo mucho que me pegaste en mi vida.

-        El que yo no te pegue nunca, no significa que un día no lo haga. Además, soy tu madre y vos aún sos menor. No te preocupes que yo sé ponerte en penitencia, si quiero. Una vez más que te oiga decir algo feo de tu hermana y vas a ver…

En eso, Ana Karen sale cabizbaja del dormitorio de Michela…

Eloísa deja caer su frente contra la mesa y Nancy se pone la mano derecha tapándose la cara.

-        ¿Ahora que pasó Ana Karen?

-        Michela no quiere jugar porque tiene hepatitis y le duele la panza.

-        Ta, esto se terminó Michela. Si estás enferma, llamo al doctor y punto final jovencita. Y atenete a las consecuencias. Eso quiere decir muchas inyecciones.

Michela no contestó nada.

-        Eloísa, ¿qué hora es, querida?

-        Las 6 Nancy. Hace una hora que las nenas salieron de la escuela.

-        ¿Recién? Que venga pronto la medianoche, así me duermo. Mañana será otro día.

-        Si, Nancy. Mañana será otro día.

-        Mamá, quiero que venga Javier. (grita Michela)

-        ¿Javier? (pregunta Eloísa)

-        El doctor. El pediatra del Pedro Visca. Bueno… si yo voy a llamar a Javier, primero te tenés que tomar unas gotitas de Paratropina para la panza.

-        Bueno, ta bien.

-        ¿Escuché bien?, Y si viene Javier capaz que te manda inyecciones.

-        Ta.

-        Uy, está grave en serio…

-        Sí, tengo hepatitis.

-        Bueno, voy a la farmacia a llamar por teléfono a Javier. Mirá que voy…

-        Sí.

-        Bueno, cualquier cosa, pedile a Eloísa que yo voy a la farmacia.

Unos 15 minutos después, Nancy vuelve de la farmacia.

-        ¿Y Nancy, hablaste con el doctor?

-        Sí, ya le conté de la muñeca, de la escuela, de la hepatitis de Jenny. Le conté todo en pocos minutos.

-        ¿Y cuánto demora?

-        Me dijo que a las 8 salía del Pedro Visca y venía por acá. Así que llegará 8 y 5.

-        Bueno Nancy. Yo me voy a casa con los nenes, así te preparás para la visita del doctor. Que no sea nada…

-        Si no es nada, peor. Porque Michela se come una penitencia seguro.

A las 20:05 llega Javier. Nancy lo acompaña al dormitorio de Michela, que estaba acostada sobre su lado derecho, abrazando a Margot.

-        A ver, ¿dónde está la princesa?

-        Hola Javier.

-        Tu mamá me dijo que estabas con dolor de panza.

-        Sí, tengo hepatitis. Me contagió Jenny.

-        Bueno, veamos la panza.

-        Ay, me hacés cosquillas, y están frías tus manos.

-        Bueno, me froto las manos. Bien, venga esa panza. ¿Te duele?

-        No.

-        ¿Y acá?

-        Ay, ahí sí.

-        ¿Y acá?

-        No.

-        ¿ Y acá?

-        Tampoco.

-        ¿Y acá?

-        No.

-        Hoy me dijiste que te dolía acá.

-        Ay sí, me duele. ¿Tengo hepatitis, Javier?

-        No, hepatitis no es; es muñequitis aguda.

-        ¿Viste mamá? Te dije  que estaba enferma. ¿Cómo se cura?

-        Bueno Michela. Lo primero que tenemos que ver es que grado de muñequitis tenés y después vemos cuál es el remedio.

-        Sí, Javier.

-        Veamos, ¿qué le pasa a la muñeca? ¿Margot era, no?

-        Sí.

-        ¿Qué le pasa a Margot?

-        Está triste y enojada porque no puede ir conmigo a la escuela.

-        Pero las muñecas no pueden ir a la escuela.

-        Pero yo quiero que vaya.

-        Michela, la gente no puede hacer todo lo que quiere. Si no yo saldría con un mono a la calle.

-        ¿Un mono?

-        Y sí, no es un animal doméstico, pero si todos hiciéramos lo que cada uno quisiera…

-        ¿Y Margot?

-        Margot no puede ir a la escuela.

-        Pero ella es mi amiga desde que nací.

-        ¿Tenés alguna otra amiga, aparte de Margot?

-        Sí, Ana Karen. Vive en la esquina.

-        Bien, Ana.

-        Ana Karen.

-        Bien, Ana Karen. ¿y vos ves a Ana Karen todo el día, y todos los días?

-        No, ella vive en su casa y yo en la mía.

-        Claro, y ustedes son amigas, pero no están todo el día juntas. Con Margot es lo mismo.

-        ¿Sí?

-        Claro, Michela. Esta conversación ya la tuve con mi hija, Tatiana.

-        ¿Ella tiene muñequitis?

-        Sí tenía, pero ya se curó, porque me hizo caso en todo lo que le dije, para que se curara. ¿Querés ver una foto de ella?

-        Síííí.

-        Acá tengo una en el portadocumentos.

-        Es linda y parecida a vos. Mirá mamá…

-        Gracias. Bueno, ahora que ya sabemos que tenés vamos a hacer la receta.

Javier en vez de un recetario, saca un bloc de hojas grises y escribe en letra de imprenta y totalmente legible.

-        A ver… Michela necesita una comida rica; ¿cuál es tu comida favorita?

-        Papas fritas con huevo frito.

-        Bien, anotemos…

-        Y jugo de naranja.

-        Está bien señorita. Eso hace bien para la muñequitis. ¿qué más podría ser?

-        Torta de crema chantilly con frutillas.

-        Bueno…

-        Ir a los juegos del Parque Rodó…

-        Bueno, puede ser, porque ahí hacés ejercicio. Es bueno para la salud. Pero, también anotemos que no podés ponerte triste, porque Margot no puede ir a la escuela. También que tenés que estudiar mucho y hacerle caso a mamá en todo. Y lo último que falta es un beso para el doctor Javier.

Michela lo abraza fuerte y le da un beso. Nancy acompaña al doctor a la puerta.

-        Bueno, Javier. Gracias por venir a ver la muñequitis de Michy, ¿Cuánto te debo?

-        ¿Es joda, Nancy? ¿Me querés pagar por curar una muñequitis? Me van a sacar el diploma.

-        No sé, algo para la nafta…

-        ¿Nafta? Si el hospital está a 3 cuadras. Además, ahora tengo una anécdota nueva para contar a mi familia: la muñequitis de Michela.

-        Gracias, Javier.

-        Usá esa plata para la receta de Michela.

-        Gracias, otra vez. Muy linda tu hija.

-        ¿Cuál hija?

-        La de la foto.

-        Esa foto es de mi hermana cuando era chica.



1981. UNA ARMONÍA INFINITA

Nancy estaba por cocinar, mientras que Michela jugaba con Margot.

-        Michy, ¿me acompañás al almacén?

-        Síííí.

-        Pero vas caminando; nada de upa. Ya estás grande con 7 años.

-        Ufa.

Cuando estaban por llegar a la esquina de Pablo de María, Nancy ve salir a Alexis enojado con Ana Karen, llorando en los brazos de él.

-        Ale, ¿qué pasa?

-        Yo que sé... La pesadilla está insoportable.

-        Noooo. (grita Ana Karen)

-        Espero que cuando sea grande, me presente alguna amiga que se enamore de mí

-        Noooo. (repite Ana Karen)

-        Ni sé que le pasa.

-        Quiero a Tití.

-        Bueno ta. Andá a buscar a Tití. Con tal de que te calles, andá a buscar a quién se te antoje. Ojalá Tití estuviera en China, o más lejos… en Saturno.

-        Alexis, ¿y tus padres? (pregunta Nancy)

-        Trabajando los dos. Pero el peor trabajo, lo tengo yo: soportar a la pesadilla.

-        Calmate, es chiquita. Si supieras lo que eras vos con 7 años. Vos sí eras una pesadilla…

-        ¿Yo?

-        Sí, claro. Vos no eras como Ana Karen que llora de a ratos; vos llorabas todo el día.

-        No me acuerdo.

-        Yo sí… es temprano Alexis. Andá con Ana Karen a casa. Los invito a almorzar.

-        Mamá dejó comida preparada.

-        Te garanto que Eloísa no te dejó ravioles con tuco.

-        No, un guiso.

-        Bueno, yo te invito con ravioles con tuco.

-        Tentadora oferta…

-        Claro Alex. Llevá a Ana Karen para que juegue con MIchy. Te puedo prestar un libro si querés…

-        ¿Sí?

-        Sí, claro. Y mientras cocino, me hacés compañía y hablamos. Y por si fuera poco, las niñas juegan entre ellas y no lloran

-        Sería tan feliz con eso…

-        Voy al almacén, Alexis. Date una vuelta por casa en unos minutos.

Las niñas jugaban con las muñecas cambiadas: Ana Karen con Margot y Michela con Tití.

Nancy mientras ensilla el mate, le hace un café a Alexis. Lo mira de reojo y lo ve leyendo un libro.

-        Alex, ¿qué estás leyendo?

-        Coma de Robin Cook.

-        Hace poco vi la película en la tele.

-        Yo también. Por eso estoy leyendo el libro.

-        ¿Y cómo vas, Alexis?

-        Bien, voy por las últimas páginas. Hoy lo termino.

-        Bueno, si querés andá a mi biblioteca. El que te guste te lo presto. El que sea…

Alexis va a la biblioteca que no era muy grande, pero sí tenía muchos libros. Después de media hora se decide por un libro.

 

-        Quiero este, Nancy.

-        ¿Cuál es?

-        Cándido de Voltaire.

-        Está buenísimo. Te vas a reír un montón.

-        ¿Sí?

-        Es increíble ese libro. Es una historia de amor entre Cándido y la princesa Cunegunda. Pero además es una historia de aventuras, cómica y dramática. Es una belleza. Uno de los mejores libros que leí en mi vida.

-        Hoy de noche lo comienzo a leer.

-        Bueno, mañana me contás tu primera impresión de Cándido. Voy a poner el agua para los ravioles.

Nancy se entretiene cocinando: Los ravioles, el tuco, queso rallado, jugo de naranja. Los minutos pasan…

En un golpe de vista, mira al costado y ve a Alexis escribiendo en el libro de Cándido.

-        ¿Qué hacés, Alexis?

-        Nada; escribiendo.

-        ¿En mi libro?

-        No, hay un papelito adentro del libro. Mirá…

-        Ay, me asustaste.

-        Vos también…

-        ¿Y qué estás escribiendo?

-        Un pensamiento que tengo en la cabeza, desde ayer de noche.

-        A ver… léemelo.

-        “Al parecer mi alma está conectada a una armonía infinita con esta noche. Solo y estoy solo… pero, acompañado de estas agradables sensaciones, que ocupan mi mente y llenan mi alma.”

-        Guau, Alexis. Es hermoso. Es increíble que hayas escrito algo tan emotivo y lindo con 16 años.

-        17.

-        Bueno, igual. Quiero esa frase para mí.

-        No puedo darte el papelito.

-        Lo copiás a otro papelito. Lo firmás y lo dejás en aquel libro rojo que ves allí. Ese es mi libro favorito. Mujercitas de Louisa May Alcott. Ese libro me lo regaló mamá, cuando cumplí 8 años. Ya tengo 28… pasaron 20 años.



1984. MEDIODÍA EN LA PLAYA

Era un agobiante día de verano de casi 40º en Montevideo. Michela de 10 años y Ana Karen de 9 años aún, recién habían comenzado 5º. Eran unas excelentes alumnas. Michela se inclinaba más por la literatura, Ana Karen por dibujar.

Nancy y MIchela van a la casa de Eloísa.

-        Comadre, aprovechemos que falta hoy la maestra de las nenas y vamos a la playa.

-        No sé, Nancy. Tengo que hacer un montón de cosas en la casa.

-        Dale, estamos a unas cuadras de la Ramírez y no vamos nunca. Yo después te ayudo en lo que tengas que hacer.

-        Ta bien, llevate la cámara de fotos.

-        Ya la tengo acá, con un rollo nuevo de 24 fotos.

-        Sos divina, Nancy. Estás en todas…

-        Mamá, ¿podemos llevar a las muñecas? (dice Michela)

-        No (dicen las dos madres juntas)

Era mediodía, cuando llegan todas a la playa Ramírez. Las madres bajan la escalera con mucho cuidado, tratando de cuidar todas las cosas que llevan. Las niñas bajan corriendo y a las risas.

Ya con las sombrillas puestas y todas las cosas perfectamente ordenadas, el broche de oro: una lona azul con florcitas amarillas.

-        Niñas: con Eloísa vamos al agua un ratito. Ustedes se quedan acá cuidando las cosas y cuando volvamos, van ustedes, ¿sí?

-        Sí, mamá.

Las dos amigas se van cuchicheando rumbo al agua. Ana Karen busca el jugo de naranja.

-        Ana Karen, miralas a las mujeres, parecen niñas en el agua. Después hablan de nosotras…

-        ¿Vos escuchaste a tu mamá que traía la cámara con rollo nuevo?

-        Obvio.

-        ¿Vamos a sacar unas fotos?

-        Síííí.

-        Bueno, 6 vos y 6 yo.

-        Ta, total mamá dijo que era de 24, ¿no?

-        Sí.

-        Ana Karen, ¿qué onda con Franco?

-        Ayer me robó un beso.

-        Qué romántico.

-        Romántico nada. Lo aparté con las manos en el pecho y le pegué una cachetada.

-        ¿Qué? ¿Por qué?

-        ¿No escuchaste? Porque me robó un beso, no me lo pidió. Yo miré al costado y de repente estaba besándome. Mis ojos quedaron como el dos de oro. Después le quedó el cachete ardiendo.

-        Ja, pobre… yo pensé que te gustaba.

-        No, eso era antes, ahora me llama la atención Humberto.

-        ¿El gordito?

-        Sí, siempre me está mirando. Sin duda que le gusto.

-        O te encuentra muy fea…

-        Andá… ¿y Aldo?

-        Siempre que puede me toca la mano o me acaricia el pelo. Es muy dulce.

-        Mirá, allá vienen las sirenas.

Eloisa y Nancy llegan empapadas, tiritando, buscando toallas para ponerse sobre los hombros.

-        Bueno chicas. Si quieren pueden ir al agua. Me olvidaba… vamos a sacarnos unas fotos antes. Total, tengo 24 fot… ¿12? Niñas, ¿ustedes estuvieron sacando fotos?

-        Noooo (dicen juntas entre risas)

-        Bueno, espero que hayan sacado lindas fotos.

-        Sí, fotografiamos a unas sirenas que jugaban en el agua como niñas. (dice Michela)

-        ¿A nosotras?

Las niñas se ríen a carcajadas.



1986.  NUEVA ETAPA

Primer día de liceo de las chiquilinas. Nancy y Eloisa estaban muy nerviosas Michela y Ana Karen ya estaban uniformadas idénticas: camisa blanca, corbata bordó, buzo escote en V azul, pollera gris, medias azules y zapatos negros.

-        Eloísa, niñas; ¿vamos a sacarnos unas fotos?

-        Síííí.

Las niñas estaban perfectamente vestidas; sin embargo las madres estaban para arriba y para abajo, arreglándose para las fotos.

Finalmente todo está preparado para la sesión de fotografías. Llega el turno de Michela…

-        ¿Michy, adónde vas?

-        A buscar a Margot para sacarme una foto con ella.

-        Amor, tenés 12 años. ¿No estás un poco grande para sacarte una foto con una muñeca?

-        ¿No puedo sacarme una foto con Margot?

-        Sí, podés…

-        ¿Entonces?

Michela vuelve caminando tranquila, abrazando a Margot.

-        Esta foto va a quedar para la posteridad, mamá.

-        ¿Posteridad?

-        Sí, eso me dijiste cuando comencé la escuela.

-        No me acuerdo…

-        Yo sí…

-        Ta. Eloísa, vamos un rato antes al liceo, así hablamos con el director y le presentamos a las niñas. Me enteré que se llama Miguel.

A las 11:30 llegan al liceo. Piden para hablar con el director. Esperan unos 5 minutos y las invitan a pasar.

-        Buen día, director.

-        Miguel, por favor.

-        Buen día, Miguel. Yo soy Nancy, mi amiga Eloísa, su hija Ana Karen y mi hija MIchy… Michela.

-        Un gusto. Ya le pedí a la secretaria que me acercara las fichas de las jovencitas: Michela y Ana.

-        Ana Karen (dicen las niñas juntas)

-        Bien: Ana Karen y Michela; Michela y Ana Karen. Bien. Por lo que veo, ustedes son excelentes alumnas, pero acá se van a tener que esforzar un poquito más, porque el liceo es un poco más difícil. Aunque, confío en ustedes.

-        Sí, ellas siempre fueron muy estudiosas.

-        Eso veo. Además es un muy buen gesto que ustedes hayan traído a sus hijas a presentármelas. Eso es raro, hoy en día.

-        Es lo correcto.

-        Sí, claro. Ustedes niñas cualquier inconveniente que tengan, soliciten hablar conmigo. Es un placer tenerlas como alumnas.



1988. SÓLO HAY QUE SEGUIR INTENTANDO

Eran las 8:30 de la mañana, cuando se levanta Michela, lista para tomar un café.

-        Hola mamá.

-        Mamá, laralaira.

-        ¿Qué te pasa?

-        ¿Sabés que me pasa? ¿No sabés que me pasa? Sí, segura que sabés que me pasa…

-        ¿Yo qué sé?

-        Me mandó a llamar tu profesor de literatura, para que fuera a hablar con él, a las 3 de la tarde.

-        ¿Gastón?

-        Gastón no, tu profesor de literatura. ¿Qué es esa confianza de decirle Gastón? Es tu profesor de literatura.

-        Si se llama Gastón… ¿querés que le diga Eustaquio?

-        No te hagas… ¿por qué me llamó Gast… tu profesor de literatura?

-        ¿Yo qué sé?

-        Más vale que no sepas, o sepas… o no sé. Tengo una bronca bárbara. Sea lo que sea que hayas hecho, vas a ser castigada. Voy a contarle a tu padre. De esta no te salvás. Se te termina todo, jovencita.

-        Mamá, ¿y no se te ocurre que Gastón te llama para felicitarte por la hija divina que tenés?

Nancy quedó estupefacta. La verdad que no lo había pensado. Solamente había pensado en algo malo, que no sabía qué era.

-        ¿Calladita, mamá? Yo soy una excelente alumna y literatura es la materia que más me gusta. Así que sí Gastón te llama, es para decirte algo bueno de mí. Yo estoy tranquila…

Nancy seguía muda, pensativa, confundida. No sabía que responderle a Michela. Después de todo, capaz que su hija tenía razón.

A las 3 en punto, Nancy estaba en el liceo, esperando para hablar con el profesor de literatura de Michela. La secretaria del director, la invita a pasar al salón de clases.

Gastón estaba sentado frente al escritorio, en el aula vacía. Cuando ve entrar a Nancy se levanta y le extiende la mano.

-        Buen día, profesor.

-        Gastón, por favor.

-        Hola Gastón. Yo soy Nancy, la mamá de Michela.

-        Sí, lo sé. La estaba esperando. Antes que nada, le quiero decir que no tengo ninguna queja con respecto a su hija. Solamente que quiero entender y comprender a cada uno de mis alumnos.

-        No entiendo…

-        Yo tengo por costumbre pasar por cada banco, cuando termina la clase, por si alguno de mis alumnos se olvida de algo.

-        Está bien.

-        Ayer me entretuve corrigiendo unas cosas, y cuando fui a hacer la recorrida por los bancos, encontré tres papelitos en el banco de Michela.

-        ¿Tres papelitos?

-        Sí. Dos con frases y otro con un poema. Quisiera ver si usted, los reconoce.

-        Bien.

-        “Al parecer mi alma está conectada a una armonía infinita con esta noche. Solo y estoy solo… pero, acompañado de estas agradables sensaciones, que ocupan mi mente y llenan mi alma.” Alexis

-        Sí, eso lo escribió hace unos cuantos años, el hijo de mi amiga Eloísa.

-        ¿El hermano de Ana Karen?

-        ¿Lo conoce a Alexis?

-        Solamente de vista. Lo veo cuando trae a su hermana al liceo. Ana Karen es mi alumna.

-        Sí, claro. Yo no sabía que Michy tenía este papelito. Alexis me lo regaló y yo le pedí que lo pusiera en un libro que me regalaron cuando cumplí 8 años.

-        ¿Cuál libro?

-        Mujercitas de Louisa May Alcott.

-        Muy buen libro. Es un clásico.

-        Sí, es mi preferido. Le voy a decir a Michy que se copie la frase y me deje este papel en Mujercitas.

-        Bien. Tengo otro papel.

-        Ah, sí. Es verdad.

“Los invisibles átomos del aire

en derredor palpitan y se inflaman;

el cielo se deshace en rayos de oro;

la tierra se estremece alborozada;

oigo flotando en olas de armonía

rumor de besos y batir de alas;

mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?

¡Es el amor, que pasa!”

-        Muy lindo, pero no sé de quién es.

-        Es un poema de Gustavo Adolfo Bécquer.

-        ¿Y el tercer papelito?

-        “Las utopías son fracasos de quienes no intentan. Sólo hay que seguir intentando.”

-        No sé…

-        Es una frase mía. Me sorprende que Michela la tuviera escrita.

-        A Michy siempre le gustaron las letras.

-        Se nota... Su hija es mi mejor alumna, pero no se lo diga. Sino se puede descansar en el estudio.

-        Comprendo prof… Gastón.

-        Michela es muy estudiosa. Eso es raro en la juventud de hoy en día. Solamente quería hablar con usted, Nancy. Y comprender más a mi alumna.



1989. CERRO LARGO

Era casi medianoche. Esteban y Nancy estaban por acostarse.

-        Nancy, quiero hablar contigo.

-        ¿Qué pasa?

-        Hoy en la terminal Arenal Grande, me encontré con Pepe…

Esteban esperaba una reacción de sorpresa, un beso o un abrazo. Algo… pero nada. Nancy lo quedó mirando desconcertada.

-        Nancy.

-        ¿Qué?

-        Te dije que hoy me encontré con Pepe.

-        ¿Y? ¿Quién es Pepe?

-        Pepe es mi amigo de la infancia. ¿Te acordás que siempre te contaba de un amigo peruano que nos habíamos criado juntos?

-        Ah, sí claro. Es verdad. ¿Y no era que él había vuelto a Perú?

-        Sí, pero hoy me lo encontré en Arenal Grande.

-        Qué bueno, ¿y qué hace Pepe en Uruguay?

-        Volvió por un tiempo. Ahora está viviendo en Melo.

-        ¿En Melo?

-        Sí, no sé porqué, ya que hablamos poco tiempo. Él estaba esperando el ómnibus. Pero, me invitó a ir a su casa. El 1º de febrero salgo de licencia por 20 días. Podemos ir los 3 a Melo.

-        ¿Seguro, lindo? Michela no va a querer ir…

-        Ya lo sé, pero tengo un as bajo la manga.

-        ¿Cuál?

-        Brasil. Con eso la convenzo. Cerro Largo tiene 2 fronteras con Brasil.

-        No sé…

-        Vos dejame a mí. Yo conozco a mi hija. Mañana cuando se despierte hablo con ella.

Al otro día Esteban estaba haciendo el desayuno, cuando Michela se despertó.

-        Fah, ¿qué irá a pasar? Papá haciendo el desayuno…

-        Qué graciosa, mi niña linda.

Esteban se acerca, abraza a Michela y le da un cariñoso beso en el cachete derecho. Mientras tanto, Michela por la espalda de su padre, le hacía señas a su madre, como preguntando qué pasaba.

-        ¿Qué pasa Papá?

-        Amor, tengo una noticia muy linda para darte.

-        ¿Nos vamos de vacaciones a París?

-        No, ¿de dónde sacaste eso? Nos vamos de vacaciones a Melo.

-        ¿A Melo? Yo no voy nada. Ni sé dónde queda.

-        Es la capital de Cerro Largo.

-        Sí, ya sé. Pero yo no voy nada.

-        Sí, vos vas a ir con tu mamá y conmigo.

-        Claro que no. Vayan ustedes y yo me quedo sola acá. Además Ana Karen estuvo en mi cumpleaños de 15 y yo si voy a Melo, no voy a poder estar los días previos a su cumple.

-        Michela, eso no es un argumento, es una excusa. Faltan meses para el cumple de Ana Karen. A Melo vamos solamente por dos semanas.  Podemos ir allá, después volvés y vas a poder estar todo el tiempo que quieras con tu amiga. Además, pasan todos los días juntas.

-        Yo ya te dije que no voy nada.

-        A ver Michela… vos tenés 15 años. Ni tu madre ni yo te vamos a dejar sola en la casa.

-        Si el problema es que soy menor aún, me quedo en la casa de Eloísa.

-        No, señorita. Eso vas a poder hacer cuando cumplas 18 años y seas mayor. Aún tenés 15 y si yo te digo que vas a Melo con tu madre y conmigo, vos vas a Melo. Te guste o no… ¿entendiste?

-        Sí, papá… Mierda.

-        Amor, nos vamos a divertir mucho.

-        Sí, me imagino…

-        Voy a comprar dos rollos de 36 fotos y si sacamos todas las fotos, compro más rollos. Te va a gustar mucho sacarte fotos en Brasil.

-        ¿Brasil?

-        Claro, Cerro Largo tiene dos fronteras con Brasil: Aceguá y Río Branco-Yaguarón. Vos conocés Argentina, pero Brasil no. Además también podemos ir a Bagé, que es una ciudad muy linda y está a 60 kilómetros de Uruguay.

-        Hubieras empezado por ahí, papá…

-        ¿Te acordás que yo te contaba de un amigo de la infancia?

-        Sí, Pepe.

-        Siempre tuviste una memoria brillante.

-        Lo sé…

-        Bueno, hoy lo encontré en Arenal Grande, y me contó que estaba en Melo. Además, después que él se vuelva a su país, lo podemos ir a visitar a Perú.

-        Síííí.

En las primeras horas del 1º de febrero Esteban, Nancy y Michela toman un taxi con destino a la plaza Cagancha, para ir a la terminal de la ONDA.

Al amanecer estaban llegando a la terminal de Melo. Se toman un taxi hasta la casa de Pepe, en Treinta y Tres entre Oribe y Sarandí. Pepe ya estaba levantado. Los amigos se funden en un interminable abrazo.

-        Pepe, ella es mi esposa Nancy, y ella mi princesa Michela.

-        Sean todos bienvenidos. Pasen y hacemos algo para desayunar.

-        ¿Qué te dio por venir a vivir a Melo, Pepe?

-        Estaba en Argentina de paseo y unos amigos me invitaron a venir a Uruguay. Yo les dije que de chico había vivido en Montevideo, pero que conocía poco y nada el interior. Así que fuimos a la Fiesta de la Cerveza en Paysandú. Otro día me invitaron a la casa de Gardel en Tacuarembó. Y no sé muy bien cómo, terminé en Melo. Ahora hace un año que estoy acá.

-        Qué bueno, Pepe. Ahora estamos más cerca.

-        Sí, al menos por un tiempo. El año que viene vuelvo a Perú.

-        Bueno, habrá que ir a visitarte a Miraflores.

-        ¿Miraflores? (pregunta Michela)

-        Sí, es el barrio donde nací en Lima. Está cerca del mar. Lima tiene el océano Pacífico al oeste.

-        Lo sé…

-        Se nota que sos estudiosa.

-        Sí, me encanta estudiar.

-        ¿Y para la cocina, cómo andás?

-        No mucho, pero a veces ayudo a mamá.

-        Bueno, hoy vas a ayudarme a mí, que vamos a hacer la comida favorita de tu papá, que de seguro hace mucho que no come: Chaufa.

-        ¿Chaufa?

-        Sí, después que pruebes, seguro que te va a encantar. Es una comida típica de Perú.

Eran las 3 de la tarde. Después de almorzar, todos se preparaban para dormir una siesta y después ir a conocer la ciudad. Michela no estaba de acuerdo con dormir la siesta; ella quería ir a alguna parte a leer un libro.

-        Pepe, ¿adónde puedo ir a leer un libro al aire libre?

-        Acá cerca tenés la plaza Constitución.

-        No, una plaza no. Porque todo el mundo me mira cuando leo y me siento incómoda.

-        Bueno, acá a la vuelta está el liceo Nº2 Justino Zabala Muniz. En el murito del liceo podés leer tranquila. Aparte, los pibes están de vacaciones. Es un lugar tranquilo.

-        Perfecto.

-        Pero no te demores, porque a las 5 vamos a dar una vuelta por ahí.

-        A las 5 en punto estoy acá.

-        Bien, andá hasta la esquina. Esa es Oribe. Bajá una cuadra hasta 18 de julio.

-        Todo bien.

-        ¿Cuál libro estás leyendo?

-        Una antología de Alfonsina Storni.



1989. MELODÍA DE ARRABAL

A ver Paul, 08:03 de la mañana, así que a levantarse. Hoy será un día largo. Tengo que hacer un montón de cosas, ver a una cantidad de gente. Y a medianoche, rumbo a Melo a visitar a mis abuelos: Rufino e Idahelva, como todos los años.

Cuando era chico, mis padres iban conmigo o me llevaban a la ONDA. Ahora, ya con casi 20 años, con suerte llamarán a un taxi, para que me lleve a la plaza Cagancha.

Siempre es aburrido ir a la casa de mis abuelos. Antes íbamos al campo con mis primos y jugábamos al fútbol todo el día. Hoy la realidad es otra…

Me tomo un taxi hasta la plaza Cagancha, y luego a la ONDA, rumbo a Melo. Después de 6 horas, llego a la terminal arachana y el guarda me despierta. Es temprano, así que me ahorro la guita del taxi y me voy caminando hasta la casa de mis abuelos en 18 de julio 306, y Oribe. Voy por Aparicio Saravia y cruzo la plaza Constitución en diagonal hasta 18 de julio. Tres cuadras más al sur y llego a lo de mis abuelos paternos.

Después del almuerzo, me tiro un rato en la cama y me quedo dormido. Me despierto a las 3 de la tarde, con ganas de fumar. Como la abuela me tenía terminantemente prohibido fumar en su casa, bajo a la vereda.

Intento infructuosamente prender el cigarro. Mi encendedor se había quedado sin gas. Escucho que me gritan algo, desde la vereda de enfrente. Levanto la vista y veo una morocha flaquita.

-        Flaco, ¿querés fuego?

-        Sí, gracias.

-        Tomá.

-        ¿Querés un pucho?

-        No, gracias. No fumo.

-        ¿Y para qué tenés encendedor?

-        La mayoría de mis amigas fuman. Además, me gusta el olor al cigarro.

-        Sos rara, ¿cómo te llamás?

-        Michela, ¿vos?

-        Paul, ¿qué lees?

-        Una antología de Alfonsina Storni.

-        Me encanta Alfonsina. Tengo un tatuaje de ella en mi pierna derecha. Mirá…

-        Está de más.

-        Tenés ojos claros; muy lindos.

-        Gracias, vos también.

-        Sí, las personas que tenemos ojos claros, sufrimos más con el Sol en verano.

-        Es verdad…

-        Sí, soy idéntico a mi padre, con la excepción de los ojos que se los heredé a mamá.

-        ¿Cómo se llama tu mamá?

-        Itati Margot.

-        Noooo, Margot, como mi muñeca.

-        ¿Tenés una muñeca que se llama Margot? Le voy a contar a mamá.

-        Sí, me la regaló mi abuela materna, el día que nací.

-        Es increíble.

-        Sí, ¿y tu mamá por qué se llama Margot?

-        No sé, pero ella siempre bromea con un tango, que supuestamente le hicieron a ella.

-        Melodía de arrabal.

-        ¿Cómo sabés?

-        Porque por ese tango, le puse Margot a mi muñeca, cuando yo tenía 3 años. Eso me cuenta mi mamá.

-        Y yo que no quería venir a Melo.

-        Yo tampoco.

-        Jamás te hubiera conocido. Bue… son las casualidades de la vida.

-        Lo sé… ¿querés ver una foto mía con Margot?

-        Por supuesto.

-        Dejame ver; la tengo siempre en mi monedero.

-        ¿Esta nena sos vos?

-        Sí, con 6 años. El primer día de escuela.

-        Estabas contenta.

-        No, nada que ver. Estaba enojada, porque yo quería sacarme una foto con Margot y a mamá le quedaban pocas fotos. Sonreí para la cámara.

-        Hermosa foto.

-        Sí, mamá me dijo que esta foto iba a quedar para la posteridad y yo no le entendía. Ahora la entiendo…

-        A veces las cosas requieren su tiempo.

-        Exacto. ¿Sabés la letra de Melodía de arrabal?

-        Por supuesto.

-        Vamos a cantarla.

Cantamos la canción como los borrachos, con los brazos abiertos en lo alto. Así nomas, desafinados, desentonados. En la calle no había nadie por el intenso calor, pero una mujer nos miraba desde una ventana.

 

“Barrio plateado por la luna.

Rumores de milonga

es toda su fortuna.

Hay un fueye que rezonga

en la cortada mistonga.

Mientras que una pebeta

linda como una flor

espera coqueta

bajo la quieta luz de un farol.

 

Barrio, barrio

que tenés el alma inquieta

de un gorrión sentimental.

Pena, ruego

es todo el barrio malevo

melodía de arrabal.

Viejo barrio

perdoná si al evocarte

se me pianta un lagrimón

que al rodar en tu empedrao

es un beso prolongao

que te da mi corazón.

 

Cuna de taitas y cantores

de broncas y entreveros

de todos mis amores.

En tus muros con mi acero

yo grabé nombres que quiero:

Rosa, la Milonguita

era rubia Margot

y en la primer cita

la paica Rita

me dio su amor.

 

Barrio, barrio

que tenés el alma inquieta

de un gorrión sentimental.

Pena, ruego

es todo el barrio malevo

melodía de arrabal.

Viejo barrio

perdoná si al evocarte

se me pianta un lagrimón

que al rodar en tu empedrao

es un beso prolongao

que te da mi corazón.”

 

Nos abrazamos y nos damos un beso en la cara. Michela agarra mis manos, pone sus dedos entre los míos y haciendo una D imaginaria en el aire, con la panza para abajo, quedamos con los nudillos para arriba.

-        Tenemos muchas cosas en común, Paul. Vamos a ser muy buenos amigos. Lo sé…

-        Tal vez…

-        Quizás…

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