El 15 de
junio de 2021, cuando se cumplían 67 años de la muerte de mi abuelo Rufino
Fabra, amanecí con una noticia tan inesperada como triste: mi amiga Michela
Marins había fallecido de un infarto en la ciudad de Maldonado a los 47 años.
Ese día lo pasé
realmente mal, tratando de buscar explicación, a lo inexplicable: la muerte de
un ser querido.
Al otro día todo
surgió naturalmente: tenía que escribir algo como homenaje a Michela. Después
de unos 20 años sin verla, no podía apelar a mis recuerdos, sino que la
historia tendría que ser una ficción. La idea vino sola: crear la historia de
Michela y una muñeca que le regalaban el
día que nació hasta sus 15 años en 1989, que fue cuando nos conocimos. El
título salió intuitivamente: La muñeca de Michela.
En un primer
momento los personajes iban a ser mis familiares, como una forma de crear una
conexión sanguínea entre Michela y yo; que en la historia no fuéramos amigos,
sino que fuéramos de la misma familia.
Pero esa
idea inicial fue modificada y descartada, con el transcurrir de los días. Si
bien el cuento sería un homenaje a Michela, también incluiría a mis amistades
que ya murieron, y que de cierta forma volvieran a interactuar como personajes
anacrónicos en una historia que creaba en mis pensamientos a cada instante. Sí,
sería un homenaje a Michela, pero también sería un homenaje a Luisa, Eloísa, Alexis,
Gastón, Renzo, Javier, Pepe, Miguel y mi prima Ana Karen.
El relato
transcurre en Montevideo entre 1974 y 1989, aunque el final es en Melo, Cerro
Largo. La mayoría de las personas/personajes que figuran acá realmente eran
niños en la década del 70 del siglo XX, sin embargo en esta historia son
personas mayores, con vidas que no fueron sus vidas reales, con relaciones entre
ellos, siendo que en realidad ni siquiera se conocieron y creando personajes de
sus personas, que actúan en mi cerebro, como si fuera una película que imagino
nítidamente. Los demás personajes fueron creados por necesidad de la historia
en sí misma y no están basados en ninguna persona que conozco; son
completamente ficticios.
Esa es la
venganza de la literatura: poder crear un mundo a nuestro antojo.
Esta es mi
mente, creando una historia en la cual, la muerte está muerta y vuelven a mi
vida, aquellas personas que ya fallecieron, pero de las cuales aprendí tanto,
quiero inmensamente, nunca olvidaré y me forjaron a ser el hombre que soy hoy
en día: Michela Marins, Luisa Rodríguez, Eloísa Camejo, Alexis Villanueva,
Gastón Lemo, Renzo Queirolo, Javier Eiris, Pepe Rivera, Miguel Omezzolli y mi
prima Ana Karen Olivera Fabra. A ustedes está dedicada esta historia: La muñeca
de Michela.
Neptunia,
Canelones, Uruguay.
Lunes 12 de
julio de 2021.
1974.
AMANECER
1977. EL
PORQUÉ DE UN NOMBRE
1980. LA MAR
ESTABA SERENA
1980.
MUÑEQUITIS AGUDA
1981. UNA
ARMONÍA INFINITA
1984.
MEDIODÍA EN LA PLAYA
1986. NUEVA
ETAPA
1988. SÓLO
HAY QUE SEGUIR INTENTANDO
1989. CERRO
LARGO
1989. MELODÍA DE ARRABAL
1974. AMANECER
Montevideo,
Uruguay. Lunes 28 de enero de 1974. Un hermoso y sofocante día de verano de
34º.
Esteban
tenía 22 años y trabajaba de chofer de la línea 411 en la empresa de ómnibus
COME. Pero todavía no se había independizado. Vivía en el altillo de su madre y
padrastro, donde convivía con su esposa Nancy.
La casa se
ubicaba en Gonzalo Ramírez 2027 entre Juan Manuel Blanes y Pablo de María en el
barrio Parque Rodó; a unos 400 metros al norte de la rambla de playa Ramírez.
Se hacía
imperante cortar el cordón umbilical con su madre y mudarse a un apartamento,
aún más ahora que su esposa estaba por dar a luz a su hijo. Suponiendo que sea
hijo, porque en la ecografía el bebé tenía las piernitas muy juntas y no se
distinguía el sexo.
Para colmo,
ese día sería padre por primera vez… pero él no lo sabía aún.
Cuando llega
a su casa y la encuentra vacía. Se da cuenta que su esposa iba a dar a luz ese
día a su hijo y él no estaba allí. Era el peor esposo, padre e hijo del mundo.
El hospital
Pedro Visca quedaba a pocas cuadras, así que a correr.
Esteban
llega corriendo a la recepción. Dos secretarias vestidas impolutamente de
blanco, estaban bajo el cartel de INFORMES. Esteban llega corriendo, agitado,
nervioso.
-
Hola,
mi esposa, mi hijo, yo… estoy acá.
-
Sí
señor, ya vemos que usted está acá. Usted nombró a su esposa e hijo.
-
Sí,
mi esposa está acá dando a luz a mi hijo. Tiene que estar acá. No sé…
-
Mire
joven. Cálmese y siéntese en ese sillón. En 5 minutos yo le averiguo si su
esposa está acá. Ya le aviso. Cálmese y quédese tranquilo. Dígame el nombre de
su esposa.
-
Nancy
López.
-
Ya
vengo. ¿Ve esa señora morocha? Se llama Gladys. Yo soy Virginia. Pídale un café
de mi parte. Ya vengo…
Esos minutos
fueron eternos para Esteban. Le pidió un café a Gladys y se sentó a tomarlo,
mirando al suelo. De repente escucha una voz.
-
Señor.
-
Sí.
-
¿Cómo
es su nombre?
-
Esteban.
-
Bien,
Esteban. Su esposa está internada aquí desde hace una hora. Estamos esperando
que su hijo tenga ganas de venir al mundo. Así que por ahora no puede verla. Sí
puede esperar aquí todo el tiempo que sea necesario.
-
Gracias.
-
De
nada. Yo no bien tenga noticias, le aviso.
Esteban no
daba más de los nervios. Caminaba en círculos, se sentaba, se paraba de nuevo y
volvía a sentarse. Los pensamientos no descansaban y hablaba solo: “¿Qué le
digo a Nancy? `No bien llegué a casa y no te vi, vine corriendo.¨ Claro, es
verdad. ¿Y mi hijo, cómo será? Todos los
bebés son iguales. Ya sé, le digo que es
igualito a ella y la dejo contenta. Esa es buena. ¿Y si no es parecido a Nancy?
No sé… ¿le gustará el fútbol cuándo sea grande? No le puedo decir hasta dentro
de un tiempo que se llamará Fernando, por Fernando Morena. Nancy me mata. ¿Cuando
Fernandito sea grande estaremos en democracia entonces? Espero que sí. ¿Le gustará
estudiar o no? A los jóvenes no les gusta estudiar. Voy a tener discusiones con
él por eso. Lo voy a cagar a patadas para que estudie… No puedo pensar en
pegarle a mi hijo antes de que nazca, ¿qué tipo de padre soy? Le tengo que dar
amor. Al final y al cabo mi hijo va a a ser quién me cuide en el geriátrico,
cuando yo sea viejo. Ni siquiera soy viejo, ¿qué estoy pensando? No sé ni que
pienso… Yo tengo que ser amigo de mi hijo. Claro un padre canchero y moderno.
¿Y si es una nena? No, desde que Nancy quedó embarazada, tengo el
presentimiento que es varón. Después que nazca este nene, podemos pensar en la
hermanita; ahora no.”
-
Esteban,
felicitaciones, usted es papá de una hermosa nena.
-
¿Nena?
-
Sí,
una preciosa nena. Parece sorprendido…
-
Sí,
no, no sé…
-
En
unos minutos podrá ver a su esposa e hija.
Esteban
quedó mudo: “¿Una nena? ¿Y qué le digo? Lo importante es que sea sanita. No
puedo decirle eso. Soy una bestia. Ya sé, le digo que es igualita a ella. No.
Le digo… ¿Qué le digo? Ya sé, le digo que es igualita a la mamá de Nancy. Quedo
bien con Nancy, con su mamá y con mi hija… Va a sonar falso… Soy padre y no sé
qué decirle… Soy un desastre.”
-
Esteban,
acompáñeme por aquí, por favor.
-
Sí,
voy. Ya voy… Me tiemblan las piernas.
-
Cálmese
Esteban. Venga, por favor.
Después de
ir por unos pasillos y doblar un par de veces cono en un laberinto, llegaron a
una pieza. Virginia estira su mano zurda, haciéndole un ademán para que Esteban
entre a la pieza. Él entra tímidamente.
Cuando ve a
su hija queda sorprendido, estupefacto, enamorado.
-
No
puedo creer, es hermosa. Se parece a mí, ¿no? Es divina. Tan chiquita. Esas
manitos. Hola amor, soy tu papá. Hola linda.
-
Esteban.
-
Hola
Nancy, mi amor. Gracias por esta
belleza. Es tan linda. Es igualita a mí.
-
Esteban.
-
Hola,
hola. Qué hermosa mi bebé. Hola Fernandita.
-
¿Fernandita,
de dónde sacaste eso?
-
Perdón
Nancy. Sí, mi amor. ¿No se iba a llamar Fernando? Es nena y se va a llamar
Fernanda, ¿no?
-
No,
se va a llamar Michela, como mi abuela materna.
-
¿Michela?
Es raro…
-
¿Y
qué? A mí me gusta, es mi hija y es el nombre de mi abuela, ¿ta?
-
Sí
amor. Está bien. Claro, está bien. Cómo vos quieras, amor. Está bien. Me gusta
Michela, suena lindo.
-
Mejor
así. Abri mi bolso y alcanzame a la hermana de Michela.
-
¿La
hermana?
Esteban abre
el bolso y encuentra una muñeca rubia, vestida de rosado.
-
¿Esta
muñeca es la hermana?
-
Sí,
se la regaló mi mamá, ¿algún problema?
-
No,
es muy linda la muñeca. Es más grande que ella.
-
Sí,
pero Michela va a crecer y va a poder decir que su abuela le regaló una muñeca,
el día que nació.
-
Sí,
claro. Está bien, amor.
-
Bien…
-
¿Y
tu amiga ya está por dar a luz también, ¿no?
-
¿Eloísa?
-
Sí,
Eloisa.
-
No,
le faltan como 3 meses, para que nazca Ana Karen.
-
¿Y
cómo sabe que va a ser una nena?
-
Porque
las mujeres tenemos un sexto sentido. Ya ves, yo te dije que iba a dar a luz
una nena y vos decías un nene. ¿Y qué pasó? Nena.
-
Ella
ya tiene un hijo, ¿no?
-
Sí,
Alexis. Tiene 10 años. Es un chiquilín muy educado y estudioso.
-
Está
bien.
-
¿Viste
el apartamento que alquilan en la esquina de casa, por Pablo de María?
-
Sí.
-
Bueno,
Eloísa está buscando donde alquilar y le dije que se fijara en ese apartamento.
Así seríamos vecinas.
-
Está
bien. Eloísa es buena gente. ¿Y su marido, qué tal?
-
Mario
es piola, pero está todo el día trabajando. Es escribano.
1977. EL
PORQUÉ DE UN NOMBRE
Michela ya
tenía 3 años, al igual que Ana Karen, la hija de Eloísa. Ambas madres volvían
del almacén con las nenas en los brazos.
-
Bueno
Nancy, voy a hacerle la comida a los nenes. Después nos vemos.
-
Todo
bien. A ver Michy, decile chau a tu amiga.
-
Chau
Ana Kaden (dice Michela)
-
Chau
Michy (dice Ana Karen)
Nancy llega
a su casa y sienta a Michela en un sillón, que inmediatamente agarra a su
muñeca y le alisa el pelo con las manos.
-
Mamá,
la muñeca tiene hambe.
-
No
Michy. La muñeca no tiene hambre.
-
Sí,
tiene hambe.
-
¿Vos
tenés hambre?
-
No,
yo no. La muñeca…
-
En
un ratito comemos y come la muñeca también.
-
Sí.
-
Ya
estás grande Michy y la muñeca también. Tendríamos que buscarle un nombre, ¿no?
-
Sí.
-
¿Qué
nombre te gusta para la muñeca?
-
Muñeca.
-
No,
Muñeca no se puede llamar. Ya le decimos “Muñeca”. Tenemos que buscarle un
nombre. Pensá en un nombre para la muñeca.
-
Michela.
-
No
amor, la muñeca no se puede llamar como vos Otro nombre tiene que ser.
-
Ana
Kaden.
-
No,
Ana Karen no. No se puede llamar como tu amiga. Tiene que ser un nombre lindo
para tu muñeca.
Michela mira
a la muñeca, pone cara de pensativa y exclama: “Magó”
-
Mago.
No se puede llamar Mago. No es un nombre para una muñeca.
-
Sí
Magó.
-
¿Y
de dónde sacaste ese nombre?
-
La
canción de tío Enzo.
-
El
tío Renzo canta muchas canciones, todo el día.
-
Sí,
Magó.
-
Agarrá
la muñeca que vamos a visitar al tío Renzo.
Nancy agarra
a Michela en sus brazos y camina hasta la casa de Renzo por Lauro Müller, atrás
del hospital Pedro Visca.
Renzo era un
abogado amigo del papá de Nancy. Michela le decía “Tío Enzo”, pero Renzo no era
su familiar, aunque a él le encantaba que la niña lo llamara así. Nancy toca el
timbre.
-
Hola
Renzo, te traigo a tu sobrina postiza, porque le estamos buscando un nombre a
la muñeca y ella dice que se llama Mago, como la canción del tío Renzo.
-
Yo
no sé Nancy. Una canción del Mago.
-
No,
Magó. (Dice Michela enojada, al borde de las lágrimas)
-
A
ver amor, decile al tío Renzo el nombre de la muñeca.
-
Magó.
-
No
entiendo, ¿será la canción de La pulpera de Santa Lucía, que es rubia como la
muñeca?
-
No,
Lucía no. Magó, la dubia Magó.
-
Claro,
¿cómo no me di cuenta antes? La rubia Margot.
-
Siiii.
-
Pero
que inteligente Michelita. Claro, la muñeca es rubia. Es la rubia Margot.
-
Siiii.
-
A
ver Nancy, prendé el tocadisco y buscá un disco de Gardel. Está entre los
primeros. Fijate en la canción “Melodía de arrabal”, que yo voy a bailar con
Michelita y Margot.
Nancy busca
el disco, mientras Renzo ya estaba saltando con Michela en los brazos; ella saltaba
agitando los brazos y en su manito derecha sostenía a Margot tarareando: “La
dubia Magó”
“Barrio
plateado por la luna.
Rumores de
milonga
es toda su
fortuna.
Hay un fueye
que rezonga
en la
cortada mistonga.
Mientras que
una pebeta
linda como
una flor
espera
coqueta
bajo la
quieta luz de un farol.”
El
estribillo Renzo no lo pudo cantar por los gritos de Michela: “La dubia
Magó”, repetía una y otra vez…
Renzo sigue…
“Cuna de
taitas y cantores
de broncas y
entreveros
de todos mis
amores.
En tus muros
con mi acero
yo grabé
nombres que quiero:
Rosa, la
Milonguita
era rubia
Margot…”
Otra vez
Michela lo interrumpe a los gritos: “La dubia Magó, la dubia Magó, la dubia
Magó…”
Renzo no
canta más; solamente baila y salta con Michela en los brazos. Mientras Nancy se
reía a carcajadas.
1980. LA MAR
ESTABA SERENA
Era el
primer día de escuela y los nervios eran muchos. Más aún de Nancy y Eloisa, que
de Michela y Ana Karen.
-
Michy,
hoy es un día muy importante para vos. Vas a comenzar la escuela y vas a
aprender muchas cosas lindas y vas a tener muchos compañeritos. ¿Estás
contenta?
-
No.
-
¿Por
qué no?
-
Porque
Margot no puede ir conmigo a la escuela.
-
Michy,
ya hablamos de eso. No podés ir con la muñeca a la escuela.
-
Margot.
-
Sí,
ya sé amor, Margot. Pero, no podés llevar a Margot a la escuela
-
¿Por
qué?
-
A
ver Michelita…es un rato. Después que vuelvas de la escuela, vas a poder jugar
con Margot.
En ese
momento se oye la voz de Eloísa que venía con Ana Karen en los brazos.
-
¿En
qué andás Nancy?
-
Yo
luchando con Michy, porque quiere ir con la muñe… con Margot a la escuela.
-
Ni
me digas; yo igual con Ana Karen y Tití.
-
Yo
no recuerdo que de chica fuera así con mi muñeca.
-
Habría
que preguntarle a tu madre.
-
Y
yo a la tuya.
Las amigas
se ríen y las niñas comienzan a llorar y gritar. Eloísa pone orden.
-
Bueno,
si dejan de llorar les compro un Ricardito a cada una. Pero solamente si dejan
de llorar.
-
Sí.
(dicen las niñas al unísono)
-
Y
nada de llorar en la escuela tampoco. Si no, no hay más Ricardito, nunca más.
-
Eloísa,
vamos un ratito antes a la escuela, así presentamos a las niñas con la maestra:
se llama Luisa.
-
Claro,
vamos 12:30, así la agarramos media hora antes, con tiempo.
-
Vamos
a sacar fotos. Me compré un rollo de 12 fotos con unas monedas que encontré en
la cocina. Así que tenemos unas cuantas fotos para sacar.
Todo se
vuelve una locura. Las madres acomodando a las niñas para las fotos,
acomodándose ellas frente al espejo, arreglándose el pelo con las manos.
Buscando la cámara de fotos, buscando el rollo. Finalmente empezaron a sacarse
las fotos en el patio de la casa. Hasta que llegó el turno de sacarse la foto
Michela…
-
A
ver amor, ¿por qué esa cara de que tenés que tomar sopa?
-
Porque
yo me quiero sacar una foto con Margot.
-
A
ver, dejame ver… me quedan 5 fotos. Bueno, una foto con Margot y otra solita
vos.
-
Síííí.
Michela sale
corriendo y vuelve agarrando a la muñeca de una pierna.
-
Ahora
sí… Eloísa, arreglale la moña, por favor. Esta foto va a quedar para la
posteridad.
-
¿Poste
qué?
-
Posteridad
Michy. Por mucho tiempo. Cuando seas grande, vas a poder mostrar esta foto de
tu primer día de escuela, con 6 años. Es hermoso… Vos sonreí…
La idea era
llegar a las 12.30 a la escuela para hablar con la maestra Luisa, pero los
nervios eran muchos. Las niñas estaban vestidas de túnica y moña a las 12.
Finalmente llegan a la escuela 12:15 y piden para hablar con la maestra de las
niñas. Luisa aparece sonriente con unas fichas en sus manos.
-
Buen
día, soy la maestra de las niñas: Luisa.
-
Yo
soy Nancy, ella es mi amiga Eloísa, su hija Ana Karen y mi hija Michela.
-
Encantada.
A ver señoritas si las ubico en las fichas, déjenme ver… Michela acá está… y
Ana.
-
Ana
Karen (dicen las dos niñas juntas)
-
Bien,
Ana Karen. Ana Karen y Michela; Michela y Ana Karen.
-
Síiii.
-
Bueno,
acá van a aprender muchas cosas lindas y van a tener muchos compañeritos. Vamos
a ser buenas amigas. Así que repartan besos y despídanse por un rato de sus
mamás. ¿Me ayudan a cantar una canción?
-
Síiii.
-
Maestra…
Luisa… (interrumpe Eloísa) Son 12:20. Faltan 40 minutos para que comience la
clase.
-
No
pasa nada, querida. Mientras tanto, voy conociendo a mis alumnas. Será un
placer. No se olviden de venir a las 5. Así que señoritas, agárrenme cada una
de la mano que les voy a mostrar el salón de clases, que es muy grande y lindo.
Y les voy a enseñar una canción que se llama: La mar estaba serena.
1980.
MUÑEQUITIS AGUDA
Era el
quinto día de escuela, viernes. Eloísa y Nancy vuelven de la escuela con las
niñas.
-
Eloísa,
vamos un rato para casa y tomamos unos mates.
-
No
sé comadre. Alexis está solo en casa.
-
Alexis
ya es grande. También con 15 años…
-
16.
-
Bueno,
más a mi favor. Además, si querés pasás por tu casa, le avisás a Alexis y andá
con él. Si el chiquilín es retranquilo y seguramente está leyendo algún libro.
-
Sí,
seguramente… Bueno, en 15 paso por tu casa.
Nancy llega
a la casa, le quita la túnica a Michela y se pone a preparar el mate. Michela
sale corriendo a su cuarto a abrazar a Margot.
Al cabo de
unos minutos, llega Eloísa con Alexis y Ana Karen.
-
Nancy,
¿te enteraste de Jenny, la hija del almacenero?
-
No,
¿qué?
-
Tiene
hepatitis.
-
Ay
no. Jenny es compañera de clases de las nenas.
-
Sí,
ya sé. Por eso te digo.
-
¿Cuándo
te enteraste?
-
Hoy.
¿No viste que hoy Jenny no fue a la escuela?
-
No
sé, ni cuenta me di…
-
Mamá,
tengo hepatitis, Me duele la panza. (grita Michela desde su cuarto)
-
Dejate
de andar escuchando las conversaciones de los mayores. Y vos no tenés hepatitis
nada. Ni sabés qué es…
-
Sí,
Jenny me contagió.
-
Jenny
no fue hoy a la escuela.
-
Ayer
sí y estuvimos jugando juntas.
-
Bueno
ta. Si tenés hepatitis, voy a llamar al doctor para que te dé unas inyecciones.
Michela se
quedó callada. Con 6 años ya sabía donde le apretaba el zapato. Y que el doctor
le diera inyecciones, no estaba en las opciones. Mejor callarse…
Mientras
tanto en la cocina, Nancy y Eloísa seguían hablando y tomando mate. Alexis
estaba en un sillón, leyendo un libro. Nancy lo mira y piensa. Le habla…
-
Alexis,
¿qué estás leyendo?
-
20.000
leguas de viaje submarino de Julio Verne.
-
Ah,
yo vi la película en el cine.
-
Sí,
ya sé. La viste conmigo y mamá. Por eso ahora estoy leyendo el libro.
-
¿Sí?
Es verdad... Hace como 5 años.
-
Más
de 6… La pesadilla no existía.
-
Dejá
de decir las estupideces esas de tu hermana, porque te voy a reventar la
cabeza. (se enfurece Eloísa)
-
Sí,
claro. Por lo mucho que me pegaste en mi vida.
-
El
que yo no te pegue nunca, no significa que un día no lo haga. Además, soy tu
madre y vos aún sos menor. No te preocupes que yo sé ponerte en penitencia, si
quiero. Una vez más que te oiga decir algo feo de tu hermana y vas a ver…
En eso, Ana Karen sale cabizbaja del dormitorio de Michela…
Eloísa deja caer su frente contra la mesa y Nancy se pone la
mano derecha tapándose la cara.
-
¿Ahora
que pasó Ana Karen?
-
Michela
no quiere jugar porque tiene hepatitis y le duele la panza.
-
Ta,
esto se terminó Michela. Si estás enferma, llamo al doctor y punto final
jovencita. Y atenete a las consecuencias. Eso quiere decir muchas inyecciones.
Michela no
contestó nada.
-
Eloísa,
¿qué hora es, querida?
-
Las
6 Nancy. Hace una hora que las nenas salieron de la escuela.
-
¿Recién?
Que venga pronto la medianoche, así me duermo. Mañana será otro día.
-
Si,
Nancy. Mañana será otro día.
-
Mamá,
quiero que venga Javier. (grita Michela)
-
¿Javier?
(pregunta Eloísa)
-
El
doctor. El pediatra del Pedro Visca. Bueno… si yo voy a llamar a Javier,
primero te tenés que tomar unas gotitas de Paratropina para la panza.
-
Bueno,
ta bien.
-
¿Escuché
bien?, Y si viene Javier capaz que te manda inyecciones.
-
Ta.
-
Uy,
está grave en serio…
-
Sí,
tengo hepatitis.
-
Bueno,
voy a la farmacia a llamar por teléfono a Javier. Mirá que voy…
-
Sí.
-
Bueno,
cualquier cosa, pedile a Eloísa que yo voy a la farmacia.
Unos 15
minutos después, Nancy vuelve de la farmacia.
-
¿Y
Nancy, hablaste con el doctor?
-
Sí,
ya le conté de la muñeca, de la escuela, de la hepatitis de Jenny. Le conté
todo en pocos minutos.
-
¿Y
cuánto demora?
-
Me
dijo que a las 8 salía del Pedro Visca y venía por acá. Así que llegará 8 y 5.
-
Bueno
Nancy. Yo me voy a casa con los nenes, así te preparás para la visita del
doctor. Que no sea nada…
-
Si
no es nada, peor. Porque Michela se come una penitencia seguro.
A las 20:05
llega Javier. Nancy lo acompaña al dormitorio de Michela, que estaba acostada
sobre su lado derecho, abrazando a Margot.
-
A
ver, ¿dónde está la princesa?
-
Hola
Javier.
-
Tu
mamá me dijo que estabas con dolor de panza.
-
Sí,
tengo hepatitis. Me contagió Jenny.
-
Bueno,
veamos la panza.
-
Ay,
me hacés cosquillas, y están frías tus manos.
-
Bueno,
me froto las manos. Bien, venga esa panza. ¿Te duele?
-
No.
-
¿Y
acá?
-
Ay,
ahí sí.
-
¿Y
acá?
-
No.
-
¿
Y acá?
-
Tampoco.
-
¿Y
acá?
-
No.
-
Hoy
me dijiste que te dolía acá.
-
Ay
sí, me duele. ¿Tengo hepatitis, Javier?
-
No,
hepatitis no es; es muñequitis aguda.
-
¿Viste
mamá? Te dije que estaba enferma. ¿Cómo
se cura?
-
Bueno
Michela. Lo primero que tenemos que ver es que grado de muñequitis tenés y
después vemos cuál es el remedio.
-
Sí,
Javier.
-
Veamos,
¿qué le pasa a la muñeca? ¿Margot era, no?
-
Sí.
-
¿Qué
le pasa a Margot?
-
Está
triste y enojada porque no puede ir conmigo a la escuela.
-
Pero
las muñecas no pueden ir a la escuela.
-
Pero
yo quiero que vaya.
-
Michela,
la gente no puede hacer todo lo que quiere. Si no yo saldría con un mono a la
calle.
-
¿Un
mono?
-
Y
sí, no es un animal doméstico, pero si todos hiciéramos lo que cada uno
quisiera…
-
¿Y
Margot?
-
Margot
no puede ir a la escuela.
-
Pero
ella es mi amiga desde que nací.
-
¿Tenés
alguna otra amiga, aparte de Margot?
-
Sí,
Ana Karen. Vive en la esquina.
-
Bien,
Ana.
-
Ana
Karen.
-
Bien,
Ana Karen. ¿y vos ves a Ana Karen todo el día, y todos los días?
-
No,
ella vive en su casa y yo en la mía.
-
Claro,
y ustedes son amigas, pero no están todo el día juntas. Con Margot es lo mismo.
-
¿Sí?
-
Claro,
Michela. Esta conversación ya la tuve con mi hija, Tatiana.
-
¿Ella
tiene muñequitis?
-
Sí
tenía, pero ya se curó, porque me hizo caso en todo lo que le dije, para que se
curara. ¿Querés ver una foto de ella?
-
Síííí.
-
Acá
tengo una en el portadocumentos.
-
Es
linda y parecida a vos. Mirá mamá…
-
Gracias.
Bueno, ahora que ya sabemos que tenés vamos a hacer la receta.
Javier en
vez de un recetario, saca un bloc de hojas grises y escribe en letra de
imprenta y totalmente legible.
-
A
ver… Michela necesita una comida rica; ¿cuál es tu comida favorita?
-
Papas
fritas con huevo frito.
-
Bien,
anotemos…
-
Y
jugo de naranja.
-
Está
bien señorita. Eso hace bien para la muñequitis. ¿qué más podría ser?
-
Torta
de crema chantilly con frutillas.
-
Bueno…
-
Ir
a los juegos del Parque Rodó…
-
Bueno,
puede ser, porque ahí hacés ejercicio. Es bueno para la salud. Pero, también
anotemos que no podés ponerte triste, porque Margot no puede ir a la escuela.
También que tenés que estudiar mucho y hacerle caso a mamá en todo. Y lo último
que falta es un beso para el doctor Javier.
Michela lo
abraza fuerte y le da un beso. Nancy acompaña al doctor a la puerta.
-
Bueno,
Javier. Gracias por venir a ver la muñequitis de Michy, ¿Cuánto te debo?
-
¿Es
joda, Nancy? ¿Me querés pagar por curar una muñequitis? Me van a sacar el
diploma.
-
No
sé, algo para la nafta…
-
¿Nafta?
Si el hospital está a 3 cuadras. Además, ahora tengo una anécdota nueva para
contar a mi familia: la muñequitis de Michela.
-
Gracias,
Javier.
-
Usá
esa plata para la receta de Michela.
-
Gracias,
otra vez. Muy linda tu hija.
-
¿Cuál
hija?
-
La
de la foto.
-
Esa
foto es de mi hermana cuando era chica.
1981. UNA
ARMONÍA INFINITA
Nancy estaba
por cocinar, mientras que Michela jugaba con Margot.
-
Michy,
¿me acompañás al almacén?
-
Síííí.
-
Pero
vas caminando; nada de upa. Ya estás grande con 7 años.
-
Ufa.
Cuando
estaban por llegar a la esquina de Pablo de María, Nancy ve salir a Alexis
enojado con Ana Karen, llorando en los brazos de él.
-
Ale,
¿qué pasa?
-
Yo
que sé... La pesadilla está insoportable.
-
Noooo.
(grita Ana Karen)
-
Espero
que cuando sea grande, me presente alguna amiga que se enamore de mí
-
Noooo.
(repite Ana Karen)
-
Ni
sé que le pasa.
-
Quiero
a Tití.
-
Bueno
ta. Andá a buscar a Tití. Con tal de que te calles, andá a buscar a quién se te
antoje. Ojalá Tití estuviera en China, o más lejos… en Saturno.
-
Alexis,
¿y tus padres? (pregunta Nancy)
-
Trabajando
los dos. Pero el peor trabajo, lo tengo yo: soportar a la pesadilla.
-
Calmate,
es chiquita. Si supieras lo que eras vos con 7 años. Vos sí eras una pesadilla…
-
¿Yo?
-
Sí,
claro. Vos no eras como Ana Karen que llora de a ratos; vos llorabas todo el
día.
-
No
me acuerdo.
-
Yo
sí… es temprano Alexis. Andá con Ana Karen a casa. Los invito a almorzar.
-
Mamá
dejó comida preparada.
-
Te
garanto que Eloísa no te dejó ravioles con tuco.
-
No,
un guiso.
-
Bueno,
yo te invito con ravioles con tuco.
-
Tentadora
oferta…
-
Claro
Alex. Llevá a Ana Karen para que juegue con MIchy. Te puedo prestar un libro si
querés…
-
¿Sí?
-
Sí,
claro. Y mientras cocino, me hacés compañía y hablamos. Y por si fuera poco,
las niñas juegan entre ellas y no lloran
-
Sería
tan feliz con eso…
-
Voy
al almacén, Alexis. Date una vuelta por casa en unos minutos.
Las niñas
jugaban con las muñecas cambiadas: Ana Karen con Margot y Michela con Tití.
Nancy
mientras ensilla el mate, le hace un café a Alexis. Lo mira de reojo y lo ve
leyendo un libro.
-
Alex,
¿qué estás leyendo?
-
Coma
de Robin Cook.
-
Hace
poco vi la película en la tele.
-
Yo
también. Por eso estoy leyendo el libro.
-
¿Y
cómo vas, Alexis?
-
Bien,
voy por las últimas páginas. Hoy lo termino.
-
Bueno,
si querés andá a mi biblioteca. El que te guste te lo presto. El que sea…
Alexis va a
la biblioteca que no era muy grande, pero sí tenía muchos libros. Después de
media hora se decide por un libro.
-
Quiero
este, Nancy.
-
¿Cuál
es?
-
Cándido
de Voltaire.
-
Está
buenísimo. Te vas a reír un montón.
-
¿Sí?
-
Es
increíble ese libro. Es una historia de amor entre Cándido y la princesa
Cunegunda. Pero además es una historia de aventuras, cómica y dramática. Es una
belleza. Uno de los mejores libros que leí en mi vida.
-
Hoy
de noche lo comienzo a leer.
-
Bueno,
mañana me contás tu primera impresión de Cándido. Voy a poner el agua para los
ravioles.
Nancy se
entretiene cocinando: Los ravioles, el tuco, queso rallado, jugo de naranja.
Los minutos pasan…
En un golpe
de vista, mira al costado y ve a Alexis escribiendo en el libro de Cándido.
-
¿Qué
hacés, Alexis?
-
Nada;
escribiendo.
-
¿En
mi libro?
-
No,
hay un papelito adentro del libro. Mirá…
-
Ay,
me asustaste.
-
Vos
también…
-
¿Y
qué estás escribiendo?
-
Un
pensamiento que tengo en la cabeza, desde ayer de noche.
-
A
ver… léemelo.
-
“Al
parecer mi alma está conectada a una armonía infinita con esta noche. Solo y
estoy solo… pero, acompañado de estas agradables sensaciones, que ocupan mi
mente y llenan mi alma.”
-
Guau,
Alexis. Es hermoso. Es increíble que hayas escrito algo tan emotivo y lindo con
16 años.
-
17.
-
Bueno,
igual. Quiero esa frase para mí.
-
No
puedo darte el papelito.
-
Lo
copiás a otro papelito. Lo firmás y lo dejás en aquel libro rojo que ves allí.
Ese es mi libro favorito. Mujercitas de Louisa May Alcott. Ese libro me lo
regaló mamá, cuando cumplí 8 años. Ya tengo 28… pasaron 20 años.
1984.
MEDIODÍA EN LA PLAYA
Era un
agobiante día de verano de casi 40º en Montevideo. Michela de 10 años y Ana
Karen de 9 años aún, recién habían comenzado 5º. Eran unas excelentes alumnas.
Michela se inclinaba más por la literatura, Ana Karen por dibujar.
Nancy y
MIchela van a la casa de Eloísa.
-
Comadre,
aprovechemos que falta hoy la maestra de las nenas y vamos a la playa.
-
No
sé, Nancy. Tengo que hacer un montón de cosas en la casa.
-
Dale,
estamos a unas cuadras de la Ramírez y no vamos nunca. Yo después te ayudo en
lo que tengas que hacer.
-
Ta
bien, llevate la cámara de fotos.
-
Ya
la tengo acá, con un rollo nuevo de 24 fotos.
-
Sos
divina, Nancy. Estás en todas…
-
Mamá,
¿podemos llevar a las muñecas? (dice Michela)
-
No
(dicen las dos madres juntas)
Era mediodía,
cuando llegan todas a la playa Ramírez. Las madres bajan la escalera con mucho
cuidado, tratando de cuidar todas las cosas que llevan. Las niñas bajan
corriendo y a las risas.
Ya con las
sombrillas puestas y todas las cosas perfectamente ordenadas, el broche de oro:
una lona azul con florcitas amarillas.
-
Niñas:
con Eloísa vamos al agua un ratito. Ustedes se quedan acá cuidando las cosas y
cuando volvamos, van ustedes, ¿sí?
-
Sí,
mamá.
Las dos
amigas se van cuchicheando rumbo al agua. Ana Karen busca el jugo de naranja.
-
Ana
Karen, miralas a las mujeres, parecen niñas en el agua. Después hablan de
nosotras…
-
¿Vos
escuchaste a tu mamá que traía la cámara con rollo nuevo?
-
Obvio.
-
¿Vamos
a sacar unas fotos?
-
Síííí.
-
Bueno,
6 vos y 6 yo.
-
Ta,
total mamá dijo que era de 24, ¿no?
-
Sí.
-
Ana
Karen, ¿qué onda con Franco?
-
Ayer
me robó un beso.
-
Qué
romántico.
-
Romántico
nada. Lo aparté con las manos en el pecho y le pegué una cachetada.
-
¿Qué?
¿Por qué?
-
¿No
escuchaste? Porque me robó un beso, no me lo pidió. Yo miré al costado y de
repente estaba besándome. Mis ojos quedaron como el dos de oro. Después le
quedó el cachete ardiendo.
-
Ja,
pobre… yo pensé que te gustaba.
-
No,
eso era antes, ahora me llama la atención Humberto.
-
¿El
gordito?
-
Sí,
siempre me está mirando. Sin duda que le gusto.
-
O
te encuentra muy fea…
-
Andá…
¿y Aldo?
-
Siempre
que puede me toca la mano o me acaricia el pelo. Es muy dulce.
-
Mirá,
allá vienen las sirenas.
Eloisa y
Nancy llegan empapadas, tiritando, buscando toallas para ponerse sobre los
hombros.
-
Bueno
chicas. Si quieren pueden ir al agua. Me olvidaba… vamos a sacarnos unas fotos
antes. Total, tengo 24 fot… ¿12? Niñas, ¿ustedes estuvieron sacando fotos?
-
Noooo
(dicen juntas entre risas)
-
Bueno,
espero que hayan sacado lindas fotos.
-
Sí,
fotografiamos a unas sirenas que jugaban en el agua como niñas. (dice Michela)
-
¿A
nosotras?
Las niñas se
ríen a carcajadas.
1986. NUEVA ETAPA
Primer día
de liceo de las chiquilinas. Nancy y Eloisa estaban muy nerviosas Michela y Ana
Karen ya estaban uniformadas idénticas: camisa blanca, corbata bordó, buzo
escote en V azul, pollera gris, medias azules y zapatos negros.
-
Eloísa,
niñas; ¿vamos a sacarnos unas fotos?
-
Síííí.
Las niñas
estaban perfectamente vestidas; sin embargo las madres estaban para arriba y
para abajo, arreglándose para las fotos.
Finalmente
todo está preparado para la sesión de fotografías. Llega el turno de Michela…
-
¿Michy,
adónde vas?
-
A
buscar a Margot para sacarme una foto con ella.
-
Amor,
tenés 12 años. ¿No estás un poco grande para sacarte una foto con una muñeca?
-
¿No
puedo sacarme una foto con Margot?
-
Sí,
podés…
-
¿Entonces?
Michela
vuelve caminando tranquila, abrazando a Margot.
-
Esta
foto va a quedar para la posteridad, mamá.
-
¿Posteridad?
-
Sí,
eso me dijiste cuando comencé la escuela.
-
No
me acuerdo…
-
Yo
sí…
-
Ta.
Eloísa, vamos un rato antes al liceo, así hablamos con el director y le
presentamos a las niñas. Me enteré que se llama Miguel.
A las 11:30
llegan al liceo. Piden para hablar con el director. Esperan unos 5 minutos y
las invitan a pasar.
-
Buen
día, director.
-
Miguel,
por favor.
-
Buen
día, Miguel. Yo soy Nancy, mi amiga Eloísa, su hija Ana Karen y mi hija MIchy…
Michela.
-
Un
gusto. Ya le pedí a la secretaria que me acercara las fichas de las jovencitas:
Michela y Ana.
-
Ana
Karen (dicen las niñas juntas)
-
Bien:
Ana Karen y Michela; Michela y Ana Karen. Bien. Por lo que veo, ustedes son
excelentes alumnas, pero acá se van a tener que esforzar un poquito más, porque
el liceo es un poco más difícil. Aunque, confío en ustedes.
-
Sí,
ellas siempre fueron muy estudiosas.
-
Eso
veo. Además es un muy buen gesto que ustedes hayan traído a sus hijas a
presentármelas. Eso es raro, hoy en día.
-
Es
lo correcto.
-
Sí,
claro. Ustedes niñas cualquier inconveniente que tengan, soliciten hablar
conmigo. Es un placer tenerlas como alumnas.
1988. SÓLO
HAY QUE SEGUIR INTENTANDO
Eran las
8:30 de la mañana, cuando se levanta Michela, lista para tomar un café.
-
Hola
mamá.
-
Mamá,
laralaira.
-
¿Qué
te pasa?
-
¿Sabés
que me pasa? ¿No sabés que me pasa? Sí, segura que sabés que me pasa…
-
¿Yo
qué sé?
-
Me
mandó a llamar tu profesor de literatura, para que fuera a hablar con él, a las
3 de la tarde.
-
¿Gastón?
-
Gastón
no, tu profesor de literatura. ¿Qué es esa confianza de decirle Gastón? Es tu
profesor de literatura.
-
Si
se llama Gastón… ¿querés que le diga Eustaquio?
-
No
te hagas… ¿por qué me llamó Gast… tu profesor de literatura?
-
¿Yo
qué sé?
-
Más
vale que no sepas, o sepas… o no sé. Tengo una bronca bárbara. Sea lo que sea
que hayas hecho, vas a ser castigada. Voy a contarle a tu padre. De esta no te
salvás. Se te termina todo, jovencita.
-
Mamá,
¿y no se te ocurre que Gastón te llama para felicitarte por la hija divina que
tenés?
Nancy quedó
estupefacta. La verdad que no lo había pensado. Solamente había pensado en algo
malo, que no sabía qué era.
-
¿Calladita,
mamá? Yo soy una excelente alumna y literatura es la materia que más me gusta.
Así que sí Gastón te llama, es para decirte algo bueno de mí. Yo estoy
tranquila…
Nancy seguía
muda, pensativa, confundida. No sabía que responderle a Michela. Después de
todo, capaz que su hija tenía razón.
A las 3 en
punto, Nancy estaba en el liceo, esperando para hablar con el profesor de
literatura de Michela. La secretaria del director, la invita a pasar al salón
de clases.
Gastón
estaba sentado frente al escritorio, en el aula vacía. Cuando ve entrar a Nancy
se levanta y le extiende la mano.
-
Buen
día, profesor.
-
Gastón,
por favor.
-
Hola
Gastón. Yo soy Nancy, la mamá de Michela.
-
Sí,
lo sé. La estaba esperando. Antes que nada, le quiero decir que no tengo
ninguna queja con respecto a su hija. Solamente que quiero entender y
comprender a cada uno de mis alumnos.
-
No
entiendo…
-
Yo
tengo por costumbre pasar por cada banco, cuando termina la clase, por si
alguno de mis alumnos se olvida de algo.
-
Está
bien.
-
Ayer
me entretuve corrigiendo unas cosas, y cuando fui a hacer la recorrida por los
bancos, encontré tres papelitos en el banco de Michela.
-
¿Tres
papelitos?
-
Sí.
Dos con frases y otro con un poema. Quisiera ver si usted, los reconoce.
-
Bien.
-
“Al
parecer mi alma está conectada a una armonía infinita con esta noche. Solo y
estoy solo… pero, acompañado de estas agradables sensaciones, que ocupan mi
mente y llenan mi alma.” Alexis
-
Sí,
eso lo escribió hace unos cuantos años, el hijo de mi amiga Eloísa.
-
¿El
hermano de Ana Karen?
-
¿Lo
conoce a Alexis?
-
Solamente
de vista. Lo veo cuando trae a su hermana al liceo. Ana Karen es mi alumna.
-
Sí,
claro. Yo no sabía que Michy tenía este papelito. Alexis me lo regaló y yo le
pedí que lo pusiera en un libro que me regalaron cuando cumplí 8 años.
-
¿Cuál
libro?
-
Mujercitas
de Louisa May Alcott.
-
Muy
buen libro. Es un clásico.
-
Sí,
es mi preferido. Le voy a decir a Michy que se copie la frase y me deje este
papel en Mujercitas.
-
Bien.
Tengo otro papel.
-
Ah,
sí. Es verdad.
“Los
invisibles átomos del aire
en derredor
palpitan y se inflaman;
el cielo se
deshace en rayos de oro;
la tierra se
estremece alborozada;
oigo
flotando en olas de armonía
rumor de
besos y batir de alas;
mis párpados
se cierran… ¿Qué sucede?
¡Es el amor,
que pasa!”
-
Muy
lindo, pero no sé de quién es.
-
Es
un poema de Gustavo Adolfo Bécquer.
-
¿Y
el tercer papelito?
-
“Las
utopías son fracasos de quienes no intentan. Sólo hay que seguir intentando.”
-
No
sé…
-
Es
una frase mía. Me sorprende que Michela la tuviera escrita.
-
A
Michy siempre le gustaron las letras.
-
Se
nota... Su hija es mi mejor alumna, pero no se lo diga. Sino se puede descansar
en el estudio.
-
Comprendo
prof… Gastón.
-
Michela
es muy estudiosa. Eso es raro en la juventud de hoy en día. Solamente quería
hablar con usted, Nancy. Y comprender más a mi alumna.
1989. CERRO
LARGO
Era casi medianoche.
Esteban y Nancy estaban por acostarse.
-
Nancy,
quiero hablar contigo.
-
¿Qué
pasa?
-
Hoy
en la terminal Arenal Grande, me encontré con Pepe…
Esteban
esperaba una reacción de sorpresa, un beso o un abrazo. Algo… pero nada. Nancy
lo quedó mirando desconcertada.
-
Nancy.
-
¿Qué?
-
Te
dije que hoy me encontré con Pepe.
-
¿Y?
¿Quién es Pepe?
-
Pepe
es mi amigo de la infancia. ¿Te acordás que siempre te contaba de un amigo
peruano que nos habíamos criado juntos?
-
Ah,
sí claro. Es verdad. ¿Y no era que él había vuelto a Perú?
-
Sí,
pero hoy me lo encontré en Arenal Grande.
-
Qué
bueno, ¿y qué hace Pepe en Uruguay?
-
Volvió
por un tiempo. Ahora está viviendo en Melo.
-
¿En
Melo?
-
Sí,
no sé porqué, ya que hablamos poco tiempo. Él estaba esperando el ómnibus. Pero,
me invitó a ir a su casa. El 1º de febrero salgo de licencia por 20 días.
Podemos ir los 3 a Melo.
-
¿Seguro,
lindo? Michela no va a querer ir…
-
Ya
lo sé, pero tengo un as bajo la manga.
-
¿Cuál?
-
Brasil.
Con eso la convenzo. Cerro Largo tiene 2 fronteras con Brasil.
-
No
sé…
-
Vos
dejame a mí. Yo conozco a mi hija. Mañana cuando se despierte hablo con ella.
Al otro día
Esteban estaba haciendo el desayuno, cuando Michela se despertó.
-
Fah,
¿qué irá a pasar? Papá haciendo el desayuno…
-
Qué
graciosa, mi niña linda.
Esteban se
acerca, abraza a Michela y le da un cariñoso beso en el cachete derecho.
Mientras tanto, Michela por la espalda de su padre, le hacía señas a su madre,
como preguntando qué pasaba.
-
¿Qué
pasa Papá?
-
Amor,
tengo una noticia muy linda para darte.
-
¿Nos
vamos de vacaciones a París?
-
No,
¿de dónde sacaste eso? Nos vamos de vacaciones a Melo.
-
¿A
Melo? Yo no voy nada. Ni sé dónde queda.
-
Es
la capital de Cerro Largo.
-
Sí,
ya sé. Pero yo no voy nada.
-
Sí,
vos vas a ir con tu mamá y conmigo.
-
Claro
que no. Vayan ustedes y yo me quedo sola acá. Además Ana Karen estuvo en mi
cumpleaños de 15 y yo si voy a Melo, no voy a poder estar los días previos a su
cumple.
-
Michela,
eso no es un argumento, es una excusa. Faltan meses para el cumple de Ana
Karen. A Melo vamos solamente por dos semanas. Podemos ir allá, después volvés y vas a poder
estar todo el tiempo que quieras con tu amiga. Además, pasan todos los días
juntas.
-
Yo
ya te dije que no voy nada.
-
A
ver Michela… vos tenés 15 años. Ni tu madre ni yo te vamos a dejar sola en la
casa.
-
Si
el problema es que soy menor aún, me quedo en la casa de Eloísa.
-
No,
señorita. Eso vas a poder hacer cuando cumplas 18 años y seas mayor. Aún tenés
15 y si yo te digo que vas a Melo con tu madre y conmigo, vos vas a Melo. Te
guste o no… ¿entendiste?
-
Sí,
papá… Mierda.
-
Amor,
nos vamos a divertir mucho.
-
Sí,
me imagino…
-
Voy
a comprar dos rollos de 36 fotos y si sacamos todas las fotos, compro más
rollos. Te va a gustar mucho sacarte fotos en Brasil.
-
¿Brasil?
-
Claro,
Cerro Largo tiene dos fronteras con Brasil: Aceguá y Río Branco-Yaguarón. Vos
conocés Argentina, pero Brasil no. Además también podemos ir a Bagé, que es una
ciudad muy linda y está a 60 kilómetros de Uruguay.
-
Hubieras
empezado por ahí, papá…
-
¿Te
acordás que yo te contaba de un amigo de la infancia?
-
Sí,
Pepe.
-
Siempre
tuviste una memoria brillante.
-
Lo
sé…
-
Bueno,
hoy lo encontré en Arenal Grande, y me contó que estaba en Melo. Además,
después que él se vuelva a su país, lo podemos ir a visitar a Perú.
-
Síííí.
En las
primeras horas del 1º de febrero Esteban, Nancy y Michela toman un taxi con
destino a la plaza Cagancha, para ir a la terminal de la ONDA.
Al amanecer
estaban llegando a la terminal de Melo. Se toman un taxi hasta la casa de Pepe,
en Treinta y Tres entre Oribe y Sarandí. Pepe ya estaba levantado. Los amigos
se funden en un interminable abrazo.
-
Pepe,
ella es mi esposa Nancy, y ella mi princesa Michela.
-
Sean
todos bienvenidos. Pasen y hacemos algo para desayunar.
-
¿Qué
te dio por venir a vivir a Melo, Pepe?
-
Estaba
en Argentina de paseo y unos amigos me invitaron a venir a Uruguay. Yo les dije
que de chico había vivido en Montevideo, pero que conocía poco y nada el
interior. Así que fuimos a la Fiesta de la Cerveza en Paysandú. Otro día me
invitaron a la casa de Gardel en Tacuarembó. Y no sé muy bien cómo, terminé en
Melo. Ahora hace un año que estoy acá.
-
Qué
bueno, Pepe. Ahora estamos más cerca.
-
Sí,
al menos por un tiempo. El año que viene vuelvo a Perú.
-
Bueno,
habrá que ir a visitarte a Miraflores.
-
¿Miraflores?
(pregunta Michela)
-
Sí,
es el barrio donde nací en Lima. Está cerca del mar. Lima tiene el océano
Pacífico al oeste.
-
Lo
sé…
-
Se
nota que sos estudiosa.
-
Sí,
me encanta estudiar.
-
¿Y
para la cocina, cómo andás?
-
No
mucho, pero a veces ayudo a mamá.
-
Bueno,
hoy vas a ayudarme a mí, que vamos a hacer la comida favorita de tu papá, que
de seguro hace mucho que no come: Chaufa.
-
¿Chaufa?
-
Sí,
después que pruebes, seguro que te va a encantar. Es una comida típica de Perú.
Eran las 3
de la tarde. Después de almorzar, todos se preparaban para dormir una siesta y
después ir a conocer la ciudad. Michela no estaba de acuerdo con dormir la
siesta; ella quería ir a alguna parte a leer un libro.
-
Pepe,
¿adónde puedo ir a leer un libro al aire libre?
-
Acá
cerca tenés la plaza Constitución.
-
No,
una plaza no. Porque todo el mundo me mira cuando leo y me siento incómoda.
-
Bueno,
acá a la vuelta está el liceo Nº2 Justino Zabala Muniz. En el murito del liceo
podés leer tranquila. Aparte, los pibes están de vacaciones. Es un lugar
tranquilo.
-
Perfecto.
-
Pero
no te demores, porque a las 5 vamos a dar una vuelta por ahí.
-
A
las 5 en punto estoy acá.
-
Bien,
andá hasta la esquina. Esa es Oribe. Bajá una cuadra hasta 18 de julio.
-
Todo
bien.
-
¿Cuál
libro estás leyendo?
-
Una
antología de Alfonsina Storni.
1989.
MELODÍA DE ARRABAL
A ver Paul,
08:03 de la mañana, así que a levantarse. Hoy será un día largo. Tengo que
hacer un montón de cosas, ver a una cantidad de gente. Y a medianoche, rumbo a
Melo a visitar a mis abuelos: Rufino e Idahelva, como todos los años.
Cuando era
chico, mis padres iban conmigo o me llevaban a la ONDA. Ahora, ya con casi 20
años, con suerte llamarán a un taxi, para que me lleve a la plaza Cagancha.
Siempre es
aburrido ir a la casa de mis abuelos. Antes íbamos al campo con mis primos y
jugábamos al fútbol todo el día. Hoy la realidad es otra…
Me tomo un
taxi hasta la plaza Cagancha, y luego a la ONDA, rumbo a Melo. Después de 6
horas, llego a la terminal arachana y el guarda me despierta. Es temprano, así
que me ahorro la guita del taxi y me voy caminando hasta la casa de mis abuelos
en 18 de julio 306, y Oribe. Voy por Aparicio Saravia y cruzo la plaza
Constitución en diagonal hasta 18 de julio. Tres cuadras más al sur y llego a
lo de mis abuelos paternos.
Después del
almuerzo, me tiro un rato en la cama y me quedo dormido. Me despierto a las 3
de la tarde, con ganas de fumar. Como la abuela me tenía terminantemente
prohibido fumar en su casa, bajo a la vereda.
Intento
infructuosamente prender el cigarro. Mi encendedor se había quedado sin gas. Escucho
que me gritan algo, desde la vereda de enfrente. Levanto la vista y veo una
morocha flaquita.
-
Flaco,
¿querés fuego?
-
Sí,
gracias.
-
Tomá.
-
¿Querés
un pucho?
-
No,
gracias. No fumo.
-
¿Y
para qué tenés encendedor?
-
La
mayoría de mis amigas fuman. Además, me gusta el olor al cigarro.
-
Sos
rara, ¿cómo te llamás?
-
Michela,
¿vos?
-
Paul,
¿qué lees?
-
Una
antología de Alfonsina Storni.
-
Me
encanta Alfonsina. Tengo un tatuaje de ella en mi pierna derecha. Mirá…
-
Está
de más.
-
Tenés
ojos claros; muy lindos.
-
Gracias,
vos también.
-
Sí,
las personas que tenemos ojos claros, sufrimos más con el Sol en verano.
-
Es
verdad…
-
Sí,
soy idéntico a mi padre, con la excepción de los ojos que se los heredé a mamá.
-
¿Cómo
se llama tu mamá?
-
Itati
Margot.
-
Noooo,
Margot, como mi muñeca.
-
¿Tenés
una muñeca que se llama Margot? Le voy a contar a mamá.
-
Sí,
me la regaló mi abuela materna, el día que nací.
-
Es
increíble.
-
Sí,
¿y tu mamá por qué se llama Margot?
-
No
sé, pero ella siempre bromea con un tango, que supuestamente le hicieron a
ella.
-
Melodía
de arrabal.
-
¿Cómo
sabés?
-
Porque
por ese tango, le puse Margot a mi muñeca, cuando yo tenía 3 años. Eso me
cuenta mi mamá.
-
Y
yo que no quería venir a Melo.
-
Yo
tampoco.
-
Jamás
te hubiera conocido. Bue… son las casualidades de la vida.
-
Lo
sé… ¿querés ver una foto mía con Margot?
-
Por
supuesto.
-
Dejame
ver; la tengo siempre en mi monedero.
-
¿Esta
nena sos vos?
-
Sí,
con 6 años. El primer día de escuela.
-
Estabas
contenta.
-
No,
nada que ver. Estaba enojada, porque yo quería sacarme una foto con Margot y a
mamá le quedaban pocas fotos. Sonreí para la cámara.
-
Hermosa
foto.
-
Sí,
mamá me dijo que esta foto iba a quedar para la posteridad y yo no le entendía.
Ahora la entiendo…
-
A
veces las cosas requieren su tiempo.
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Exacto.
¿Sabés la letra de Melodía de arrabal?
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Por
supuesto.
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Vamos
a cantarla.
Cantamos la
canción como los borrachos, con los brazos abiertos en lo alto. Así nomas,
desafinados, desentonados. En la calle no había nadie por el intenso calor,
pero una mujer nos miraba desde una ventana.
“Barrio
plateado por la luna.
Rumores de
milonga
es toda su
fortuna.
Hay un fueye
que rezonga
en la
cortada mistonga.
Mientras que
una pebeta
linda como
una flor
espera
coqueta
bajo la
quieta luz de un farol.
Barrio,
barrio
que tenés el
alma inquieta
de un
gorrión sentimental.
Pena, ruego
es todo el
barrio malevo
melodía de
arrabal.
Viejo barrio
perdoná si
al evocarte
se me pianta
un lagrimón
que al rodar
en tu empedrao
es un beso
prolongao
que te da mi
corazón.
Cuna de
taitas y cantores
de broncas y
entreveros
de todos mis
amores.
En tus muros
con mi acero
yo grabé
nombres que quiero:
Rosa, la
Milonguita
era rubia
Margot
y en la
primer cita
la paica
Rita
me dio su
amor.
Barrio,
barrio
que tenés el
alma inquieta
de un
gorrión sentimental.
Pena, ruego
es todo el
barrio malevo
melodía de
arrabal.
Viejo barrio
perdoná si
al evocarte
se me pianta
un lagrimón
que al rodar
en tu empedrao
es un beso
prolongao
que te da mi
corazón.”
Nos
abrazamos y nos damos un beso en la cara. Michela agarra mis manos, pone sus
dedos entre los míos y haciendo una D imaginaria en el aire, con la panza para
abajo, quedamos con los nudillos para arriba.
-
Tenemos
muchas cosas en común, Paul. Vamos a ser muy buenos amigos. Lo sé…
-
Tal
vez…
- Quizás…
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